En tanto que la demagogia es un vicio, es decir un hábito malo para el que lo practica y perjudicial para quien o quienes lo padecen, en cambio la política es una virtud, es un hábito bueno para el que lo ejerce y provechoso para los convivientes de la comunidad.
La demagogia es un vicio porque es un hábito de hacer mal algo o de hacer una cosa perjudicial o que se considera reprobable desde el punto de vista moral. Los vicios implican una transgresión de las normas sociales y, en muchas ocasiones, se asocian con lo delictivo y el peligro. Estas conductas pueden implicar algún daño en la persona que las realiza y, también, pueden hacer daño a su entorno, comunidad y país.
Los actos como el consumo recreativo de alcohol, de tabaco y de otras sustancias, así como la drogadicción, conductas personales como la mentira, el egoísmo o la burla, la extorsión, la amenaza, la calumnia, el chantaje, la deshonestidad, la prepotencia, etc., y en especial la demagogia son consideradas como vicios
La demagogia es un término del griego antiguo que proviene de dos vocablos griegos: dēmos, que significa pueblo y agein, que significa dirigir. La demagogia es la dominación tiránica del pueblo. Es el empleo de halagos, falsas promesas que son populares pero difíciles de cumplir y otros procedimientos similares para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la propia ambición poder y mantenerlo pobre y sometido.
En cuanto a la virtud, es la excelencia moral. Una virtud es una cualidad que se considera moralmente buena y a quien la posee y practica habitualmente es una persona virtuosa, todas las personas están llamadas a ser virtuosas y la política es la virtud por excelencia para todos los que viven en comunidad y desean la felicidad para todos.
Los que tienen la vocación de servir a los demás son aptos para dedicarse a la política porque luchan y trabajan por el bien común sobre el bien particular y todos los habitantes de la comunidad también deben desarrollar la virtud de la política para poder servir mejor a su familia y su país. Quien no participa en el mejoramiento de su comunidad y país en la medida de sus posibilidades, es decir en la política, es un desertor, un parasito.
Los que no participan activamente en la política, es decir, para el bien de los demás, son los que le abren la puerta y dejan el paso libre a los demagogos, que con su deshonestidad hacen miserable al pueblo y lo mantienen esclavo.
Dedicarse a la noble actividad de la política requiere ser habitualmente prudente, justo, fuerte y templado, como principales virtudes, que te hacen valioso para los demás. La política te vuelve un bienhechor de tu familia, del pueblo y de la humanidad,
Ahora hay que volver la vista a nuestro alrededor y con serenidad y prudencia ver qué calidad de personas están al frente del poder político, de las instituciones sociales, qué tan virtuosos o demagogos son, y qué hay de los representantes en las cámaras de diputados y senadores, en los juzgados, magistraturas, cuerpos policiacos y el ejército.
Observar que tan virtuosos o demagogos son los que manejan la economía nacional y los que dirigen las empresas grandes y medianas privadas y principalmente los que están al frente del sistema educativo público y así sacaremos la conclusión del futuro que nos espera.
La verdad no es caprichosa ni acomodaticia ni servicial ni acepta otros datos inconsistentes, la verdad es una, única e inmutable y podrá gustar o no, y es lo que se tiene para ser virtuosos en la política o despreciarla para ser demagogo con el pueblo. Usted lector dice la última palabra.