POR: EDUARDO GRANADOS PALMA
Analista internacional
En Seguridad Pública,
Inteligencia y Defensa.
www.ciasid.org
Recién miré la secuela de TOPGUN en el cine. Pero el SR-72 en realidad no existe. Oficialmente es solo un concepto, pero en esto de los aviones espía, nunca se sabe. Lo que sí sabemos es que se ha colado en Top Gun: Maverick con la ayuda de Lockheed Martin. Y parece tan real que China desvió un satélite para intentar hacer una foto a un avión imposible. El Lockheed Martin SR-72 será el avión espía del futuro. Después de que en 1998 se retirara de la circulación definitivamente y se sustituyese por los aviones de reconocimiento más tradicionales. Ya hace tiempo que se rumora que Lockheed está trabajando en un nuevo avión de reconocimiento. Pero con la secuela de TOPGUN, el interés por el sucesor del famoso Blackbird ha vuelto con más fuerza que nunca. ¿La razón? La película incluye un avión experimental conocido como Darkstar que todo apunta estar basado en el prototipo del Lockheed Martin SR-72. No hay muchos detalles, como es lógico, del ya tan apodado como el hijo del Blackbird. Y tampoco está claro que Darkstar vaya a ser el nombre definitivo de un proyecto que lleva años en desarrollo y todavía no se sabe cuándo alzará definitivamente hacia el cielo. Porque sencillamente, en realidad, no existe. El SR-71 Blackbird era un avión de reconocimiento de largo alcance con notables características de rendimiento: Velocidad de Mach 3, y un techo de servicio de 85.000, y una tasa de ascenso de 11.820 pies por minuto. El SR-71 era tan rápido que para evadir los misiles tierra-aire, el avión simplemente aceleraba para dejar atrás los misiles. Pero el SR-71 también era notablemente caro de operar, razón por la cual, tras el fin de la Guerra Fría, el Congreso suprimió el avión espía Blackbird. Hasta el último componente del Blackbird era especializado y distinto; el avión tenía que hacer cosas que ningún otro avión podía hacer. Como resultado, no tenía prácticamente nada en común con ningún otro avión. Por lo tanto, la construcción, el funcionamiento y el mantenimiento del avión también requerían componentes especializados y distintos. Eso es caro, y logísticamente complicado. Por ejemplo, el SR-71 requería combustible especializado. Mientras que la mayoría de los aviones militares de Estados Unidos se contentaban con el JP-4 o, posteriormente, el JP-8, el combustible estándar para las fuerzas de Estados Unidos y la OTAN, el SR-71 necesitaba un combustible que pudiera soportar las altas temperaturas generadas a Mach 3. Esencialmente, el JP-8 habría explotado si se utilizaba en el SR-71, lo que obligó a desarrollar una alternativa. Pratt & Whitney desarrolló la alternativa, el JP-7, con un punto de inflamación ultrabajo y una gran estabilidad térmica. Supuestamente, la volatilidad del JP-7 era tan baja que se podía encender una cerilla en el combustible sin provocar una explosión. El JP-7 era tan difícil de encender que se necesitaban equipos y procedimientos más especializados solo para iniciar la combustión del motor del SR-71. Como el JP-7 no se encendía, Loockheed tuvo que desarrollar un complejo método de arranque del motor; se inyectó trietilborano (TEB) en el motor del SR-71, lo que, por supuesto, aumentó aún más la complejidad y los costes del avión. En total, la operación del SR-71 costaba unos 200.000 dólares por hora (solo el combustible costaba 18.000 dólares por hora). Al año, el SR-71 costaba entre 200 y 300 millones de dólares. Al terminar la Guerra Fría, y al avanzar la tecnología de los satélites hasta el punto de que las capacidades de reconocimiento del SR-71 se habían vuelto redundantes, los costes ya no eran justificables. El Blackbird no nada más fue desactivado, sino que los impresionantes aparatos logísticos y de apoyo del avión también lo fueron. Pero pronto habrán nuevos aviones listos para atacar en un mundo que se prepara día con día para enfrentar la más sangrienta de las guerras. Y muy pronto veremos aviones ya ni siquiera piloteados. Al tiempo…