Torreon, Coah.
Edición:
18-Nov-2024
Año
21
Número:
927
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COSAS DE LOCOS / 829


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Por:
Sin Censura
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26-06-2022
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Edición:

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POR: MIGUEL ANGEL SAUCEDO L.

* Llamamos locura a esta enfermedad

de los órganos del cerebro que impide

a un hombre necesariamente pensar

y actuar como los otros.

Voltaire

Ahora que, finalmente, concluye uno de los juicios más mediáticos de la historia reciente, el protagonizado por las estrellas del firmamento holliwoodense, Jhonny Deep y Amber Heard, podrían hacerse algunas reflexiones acerca de que tan saludables son las relaciones que se pueden establecer en el marco de una lógica neoliberal, una manera de pensar y sentir en la que lo único que cuenta es la individualidad. Más allá de los derechos que ambos histriones se exigían el uno al otro, lo interesante es que nunca, o casi nunca, se habló de responsabilidades, solamente de derechos. Nada que ver con la idea de amor que propone el psiquiatra Enrique Rojas que afirma que “El amor es un trabajo, es artesanía, dedicación…su meta es hacer feliz al otro”, exactamente lo contrario a lo que propone la lógica neoliberal.

De dicho juicio lo que me pareció interesante, más aún que los testimonios de los principales protagonistas, son las opiniones de Laurel Anderson, terapeuta de la pareja Deep-Heard, quien les atendió tanto en sesiones conjuntas como separadas entre 2015 y 2016. De acuerdo con Anderson, “la relación entre Deep y Heard estuvo marcada por el abuso mutuo”, un matrimonio en el que el placer individual dependía del malestar del otro. Actitudes que no son privativas de relaciones “tóxicas” sino características de una vida social que no deja espacio para la convivencia grupal que, por tanto, impide los aprendizajes requeridos para vivir en sociedad. Por eso, como sigue diciendo el mismo Psiquiatra Rojas, la vida así es tan difícil que una de las consecuencias es el creciente deterioro de la salud mental, situación agravada por el largo periodo de encierro para tratar de eludir al Covid, deterioro que se expresa en adicciones, enfermedades y trastornos mentales que incluso pueden llevar al suicidio.

Luego entonces, ¿qué hacer con quienes tienen o tenemos algún problema o padecimiento mental? En nuestro país, según el último Censo de Población y Vivienda, alrededor de millón y medio de personas admiten tener alguno de estos padecimientos, pero se estima que, si acaso un 20 por ciento de ellos, cuenta con diagnóstico. Para la atención de esta situación se cuenta con poco más de 4 mil 500 psiquiatras y 33 hospitales especializados. Son la expresión de lo que se ha llamado el “modelo siquiátrico de asilo”, esquema institucionalizado desde hace muchísimos años en el mundo y que ahora pretende cambiarse por uno mas comunitario y familiar, sin que ello implique, en el caso de México, la clausura de los 33 hospitales siquiátricos.

El cambio de paradigma viene impulsado desde la academia y, sobre todo, desde instancias internacionales como la Organización Mundial de la Salud que pugnan por un modelo más social y comunitario, que tienda a involucrar más a la familia y a la comunidad en el tratamiento de quienes han perdido, por lo menos parcialmente, la capacidad de autoconducir su vida, sin negar la necesidad de auxilio médico especializado y, eventualmente el asilo de quienes así lo requieran.

Hay quienes se oponen a estos cambios, quienes se imaginan las calles repletas de individuos incapaces de valerse por sí mismos e, incluso, de enfermos que signifiquen un riesgo para la integridad de la “gente normal”. Por cierto, ¿existe la gente “normal”, sin ansiedades, depresiones o adicciones? Si se trata de encerrar a todos los locos ¿quién va a cerrar la puerta? ¿y ésta, se cierra por dentro, o por fuera?

 

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