Torreon, Coah.
Edición:
14-Oct-2024
Año
21
Número:
922
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FOSFOLEÓN SIN AGUA / 828


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Por:
Sin Censura
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17-06-2022
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Edición:

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POR: MIGUEL ANGEL SAUCEDO L.

Son jóvenes, guapos, tienen dinero (por tanto, no tienen necesidad de robar), manejan muy bien, especialmente ella, las redes sociales que se construyen a golpe de cliks en el celular. Con esos atributos la ciudadanía de Nuevo León consideró que Samuel García debería gobernar el estado acompañado, por supuesto, de su esposa Mariana Rodríguez. Los neoloneses decidieron qué, después de fracasar con el Bronco, había que seguir experimentando. Cualquier cosa menos volver a los partidos tradicionales, a los políticos habituales, a los discursos que ya no le dicen nada a la gente joven. Y apostaron por Samuel, con todo y esposa, por supuesto.

El mundo fosfo fosfo era la principal propuesta de gobierno. Una administración pública que, a través de ocurrencias felizmente adornadas con selfies, llevaría a Nuevo León a un nivel en que los problemas sociales se convierten en imágenes captadas a través de la cámara del celular, luego se someten a un poco de Photoshop y ¡ya está! La fealdad convertida en belleza, el problema transformado en espejismo y todo en un color naranja fosfo fosfo, como los tenis de Mariana.

Samuel y Mariana demostraban lo fácil que es gobernar un estado que, según algunos políticos, es muy complejo a su interior y muy complicado en su relación con el gobierno federal. Una de las economías más importantes del país, cuna de uno de los grupos empresariales tan poderosos que se han dado el lujo de enfrentar a presidentes de la República y, sin embargo, parecía que Samuel y Mariana podrían conducir a Nuevo León a donde ellos quisieran, siempre por un camino color naranja fosforescente que permitiera ver solamente lo bonito, que escondiera bajo la alfombra las fealdades que cualquier estado tiene.

Hasta que la muerte de Debanhi Escobar y María Fernanda Contreras hicieron estallar en pedacitos la escenografía fosfo fosfo. De pronto la muerte de esas dos jóvenes mostraba que en Nuevo León la vida no vale nada, especialmente si se trata de vidas femeninas. Son solo dos casos aislados, dijo el gobernador, son 41 mujeres las que han desaparecido en Monterrey solo en lo que va del año, dijo la prensa. Si la mirada se amplía hacia el estado los números son escalofriantes: más de 1700 desaparecidas, muy jóvenes todas ellas, en su mayoría sin llegar a los 30 años. La triste realidad, tal cual es, no desaparece, aunque el gobernador la mire a través del cristal color naranja fosforescente. En Nuevo León no se hace nada por proteger a las mujeres, lo dijeron los colectivos feministas que le fueron a gritar “Mariana no es aliada, es privilegiada”, al tiempo que le prendían fuego a una de las puertas del palacio de gobierno.

Sin embargo, la crisis de seguridad pública no es la única que exige de Nuevo León un gobierno eficiente, sensible, inteligente, capaz de anticiparse a problemas que, por lo demás, se vienen anunciando desde hace tiempo, como el del agua. Ciertamente, el estiaje es un problema que afecta a todo el país, particularmente a los estados de la región norte, pero eso no implica que los gobiernos locales no puedan hacer nada por, al menos, paliar los efectos de la sequía. Pero Samuel no sabe que hacer, excepto exigir que las mentadas de madre que a diario le dedica la ciudadanía se dirijan a Conagua. Samuel nos muestra la paradoja, un estado rico, habitado por familias ricas, gentes que tienen muchísimo dinero, pero no tienen agua.  Un estado fosfo fosfo, pero que no cuida a sus mujeres y que no puede calmar su sed.

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