POR: AGENTE 57
Arrancamos… A lo largo del siglo XVIII, la política dominó la escena sin demasiadas voces alternativas fuera de los espacios institucionales. Los primeros medios de comunicación de aquella época fueron una extensión del debate político: partisanos, confesionales y decididamente subjetivos. La emergencia de los medios masivos en el siglo XIX--introdujo un elemento de control no institucional: las empresas de prensa tenían mayor o menor independencia editorial de sus propietarios y cada vez estaban más formalmente alejadas de los partidos. El periodismo profesional independiente es un fenómeno propio del siglo XX, inmensamente benéfico para la democracia, pues se separó de la adscripción a ideologías orgánicamente asociadas a un partido, a una empresa o a una institución. Durante el siglo pasado, los medios intermediaron entre las élites y la ciudadanía. Tenían el cuasi monopolio de la distribución del discurso público y administraban y curaban la agenda de lo dicho y publicable. Cuando el mundo era analógico, tenía sentido emplear el canal de los medios. Para un político, resultaba eficaz convocar a una conferencia de prensa para, en un solo acto, distribuir sus proclamas a decenas de periódicos, radios y canales de TV que los harían llegar a millones de personas. La sinergia era positiva también para las empresas: una sola página de publicidad pagada en los medios principales de un país permitía dar a conocer los productos en un número significativo de hogares distribuidos por todo el territorio. La voz pública era, en gran medida, la voz publicada. En la era de los medios de comunicación masiva --que coincide casi enteramente con el siglo XX hasta el lanzamiento comercial de internet a mediados de los años - la política se hizo recientemente telemática. Los medios han tenido un espacio significativo como escenografía y canal de la política con esa masificación. En el pasado analógico -tal vez coincidente con el periodo entre los notables y los cuadros políticos--, las personas participaban de asambleas presenciales, que podían ser sucedidas por una protesta callejera. Los partidos podían leer ese escenario previamente, con margen suficiente para organizar luego una manifestación, que siempre tomaba su tiempo. El radio de acción de los intercambios --cuántos individuos podían interactuar en un mitin, y a cuántos se podía llegar después mediante el boca a boca o el correo—era acotado; la simultaneidad no era factible. Una llamada telefónica era una llamada telefónica, no un mensaje instantáneo por Telegram en un grupo de 200.000 personas. El desarrollo tecnológico ha transformado el espacio en el que opera el enojo porque ha alterado toda la experiencia vital de las personas y las sociedades. La retroalimentación es continua. Twitter, Facebook o YouTube están abiertas 24/7 en todo el mundo y con bajísimas barreras de entrada. Con la mediatización primero y la digitalización de las relaciones luego, el desacuerdo, la oposición y la crítica pueden mostrarse de manera espontánea y masiva en cuestión de horas. Internet des intermedió a los medios. La red los desenredó, poniéndolos fuera del circuito de transmisión que controlaban, y facilitó el contacto entre aquellos que necesitaban de intermediarios para hacerse oír. El político que antes llamaba conferencia de prensa hoy puede distribuir contenido en un abanico de plataformas bajo control de sus equipos. las redacciones de los medios, han perdido el control de la producción social del discurso publicable que tuvieron durante el siglo XX. El nuevo público tiene demandas que condicionan la operación de los medios, y cuentan con ofertas múltiples para hallar lo que buscan si no les responden satisfactoriamente. MI VERDAD. - las audiencias ya no son cabritos de matadero.