POR: PEDRO BELMARES O.
Una mañana cerca de mi ventana escuché un canto peculiar, me acerqué lentamente a ella y descubrí en el árbol del jardín un cenzontle con sus hermosas plumas de colores grisáceos; parado en la rama cantaba con mucha alegría.
Me quedé escuchando su mágico gorjeo que me hizo olvidarme de todo el mundo, tan solo por un instante y luego voló, pensé que su canto era un mensaje divino y me dijera que la vida es tan bella para no disfrutarla.
Después de ese día me despierto con la ilusión de escuchar el dulce canto que me mueve el deseo de salir adelante, y así vencer cualquier barrera y a la vez despejarme de todo lo que obscurece mi vida.
Su canto me alegra el día y me lo hace más fácil y tolerable, cada día reviso el alimento y el agua en el jardín, compensando en algo su hermoso canto.
Al caer la tarde obscurece todo y me pongo a pensar ¿en dónde estarás? Y le ruego al Señor que te cuide y te proteja para escucharte al día siguiente nuevamente.
Quisiera ser como tú, llevar alegría y encanto a los demás, no importa si te alimentan o no, tu misión es cantar y llevar felicidad a todos los que tienen el privilegió de escucharte.
Así, yo también tus dones quisiera tener para ayudar a los demás, con una palabra de aliento una sonrisa o un consejo, y al igual que tú, quiero hacerlo sin esperar nada a cambio.