POR: JESÚS M. MORENO MEJÍA
“La libertad no es
una aspiración, sino
una necesidad humana”
Félix F. Palavicini
Toda transformación en el ser humano se da por dos caminos: una de ellas es paulatina y la otra es radical, pero en ambas vías son escabrosas, llenas de tropiezos, pues en el primer caso hay quienes no están de acuerdo con los cambios, así sean paso a paso, y en el segundo caso el problema se intensifica pues muchos no están de acuerdo con las innovaciones, sobre todo cuando consideran que es un perjuicio (real o aparente).
Desde la prehistoria de la humanidad la hembra ha estado subyugada por el macho, pues mientras éste salía a cazar para el sustento y a luchar contra el enemigo, aquella se encargaba de la prole, de la comida y de todo lo que se requiriera en el lugar que habitaban.
Después vino la convivencia gregaria, estableciéndose en sitios en los que tenían a la mano los recursos más indispensables, tales como agua, alimentos, protección natural y mutua, dejando así la vida nómada por la sedentaria, mas sin embargo las condiciones de la mujer no variaron gran cosa.
Con el paso del tiempo surgieron una diversidad de culturas, o sea diferentes formas de vida entre unas y otras, sin embargo el género femenino seguía sometido a los dictados del hombre, incluyendo la disposición de las doncellas en actividades especiales, como fue destinarlas al culto y servicio de sus dioses en calidad de sacerdotisas, pero únicamente a dichas labores.
La historia nos refiere que con el paso de los siglos la condición del sexo bello mejoró, pero sólo para algunas, con limitaciones y debiendo pertenecer a una clase opulenta, en especial a la corte real de su país; ellas eran las famosas damas cortesanas, quienes gozaban de ciertas libertades de acuerdo a sus costumbres.
Sin embargo, fue hasta principios del siglo XX cuando se dieron los primeros cambios significativos en favor de las féminas de las clases no acomodadas, y eso fue a partir de 1908 en Estados Unidos de América al protestar un grupo de mujeres trabajadoras de la industria textil, que pertenecian al Partido Socialista, pero consolidando su propósito el 28 de febrero de 1909 en la ciudad de Nueva York.
En virtud de lo anterior se conmemoraba únicamente el “Día de la Mujer Trabajadora”, pues la lucha de ellas era por exigir mejores condiciones laborales, no así la emancipación total de la mujer pues en el hogar o en la sociedad seguía siendo el género sometido por el varón.
Un año más tarde, Clara Letkin, política alemana, solicitó proclamar el “Día Internacional de la Mujer” el 8 de marzo de cada año, mientras que en España se consideró fecha especial ese mismo día, a fin de que cualquier dama pudieran acceder a la enseñanza superior en igualdad de condiciones que el hombre.
Podíamos extendernos en la lucha del género femenino por obtener la igualdad del hombre en la sociedad mexicana e internacionalmente, por lo que únicamente nos referiremos hoy es a la historia del logro de la mujer en la vida cívica de nuestro país.
El largo proceso para tener la mujer el derecho a votar y ser votada, se inicia a finales del siglo XIX, al publicarse en la revista “Violetas de Anáhuac” la demanda femenina a tener derecho a sufragar en las elecciones de gobierno, pero sin tener eco alguno en ese reclamo.
Fue el 13 de enero de 1916 en Mérida, Yucatán, cuando se realiza el Primer Congreso Feminista, impulsado por el gobernador de ese estado, Gral. Salvador Alvarado, pidiendo entre otros beneficios el legalizar el voto de las mujeres; es ahí cuando comienza el proceso correspondiente. En 1923 el gobierno de San Luis Potosí decreta el derecho al voto a la mujer, pero un año más tarde se suprime.
Para ese entonces, en Yucatán, logran ser electas diputadas Beatriz Peniche de Ponce, Raquel Dzib y Elvia Carrillo Puerto, sin embargo esta última es amenazada de muerte y renuncia, trasladándose a vivir a San Luis Potosí, donde logra nuevamente ser electa diputada, pero el Colegio Electoral le niega el triunfo.
En el sexenio de Lázaro Cárdenas el Congreso de la Unión recibe la iniciativa de otorgar el derecho al voto de las mujeres, y en 1947, con Miguel Alemán se publica la reforma el artículo 115 constitucional, dando voz y voto al género femenino únicamente en las elecciones municipales.
En 1952, Adolfo Ruiz Cortines retoma las iniciativas de reforma a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, del proceso iniciado durante el período de Lázaro Cárdenas, y el 17 de octubre de 1953 publica el Diario Oficial de la Federación el derecho de la mujer a ejercer el derecho a sufragar en todas las elecciones, pero fue hasta el 3 de julio de 1955 cuando lo hacen efectivo en las elecciones federales, para renovar diputados en el Congreso de la Unión.
El primer país en dar derecho a la mujer para votar fue Australia en 1911 y el último en conceder esa atribución fue el reino de Arabia Saudita en 2011, haciéndolo efectivo en 2015.
La libertad de la mujer todavía no está en un 100 % pues el camino es largo y escabroso, e incluso han surgido grupos radicales de mujeres que reclaman toda clase de derechos, incluso de disponer de la vida del ser que llevan en el vientre y que no desean traer al mundo.
¡Hasta la próxima!