Torreon, Coah.
Edición:
18-Nov-2024
Año
21
Número:
927
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EL ESTADIO COMO MICROCOSMOS SOCIAL / 816


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Por:
Sin Censura
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14-03-2022
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Edición:

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POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.

Metido en la barra brava, peligroso ciempiés, el humillado se hace humillante y da miedo el miedoso. La omnipotencia del domingo conjura la vida obediente del resto de la semana, la cama sin deseo, el empleo sin vocación o el ningún empleo: liberado por un día, el fanático tiene mucho que vengar.

Eduardo Galeano.

 

Después de 62 minutos de futbol se detiene el partido. No por lo que sucede en la cancha sino por lo que ocurre en las tribunas. Jugadores del Atlas y del Querétaro dejan de patear el balón porque en las gradas algunos patean, entre varios, a quien yace en el suelo sin poder defenderse. Otros, armados de palos y otros objetos persiguen a quienes, portando la camiseta del Atlas, huyen despavoridos procurando alcanzar un sitio donde ponerse a salvo. Muchos no lo logran y son abatidos a golpes. Tratando de escapar de la agresión los aficionados, sobre todo los que llevan a sus hijos y/o a su mujer para disfrutar de un espectáculo deportivo que se oferta como familiar, huyen hacia la cancha. Las redes sociales se inundan de imágenes de salvajismo en un escenario deportivo.

Se habló de fallecidos, algo que, afortunadamente, no se confirmó. Pero mas de dos decenas de heridos, algunos de ellos de gravedad, muestran que asistir a algunos estadios de futbol tiene sus riesgos. Aunque en nuestro país la vida fuera de los estadios tampoco es muy segura que digamos. Según el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, en su Ranking 2021 de las 50 Ciudades más Violentas del Mundo, ocho ciudades mexicanas aparecen en ese ominoso recuento de muertes violentas. Así que, en los estadios como en las calles, la vida está cada vez más devaluada. El comentario cobra pertinencia porque, al menos en los primeros días posteriores al sábado, se manejó la hipótesis de que algo tuvo que ver el crimen organizado con la trifulca.

En realidad, es cada vez más difícil separar el futbol de la vida social. De hecho, como dice el sociólogo y comunicólogo Jesús Galindo, “el fútbol es una matriz constructiva de la interacción humana, promueve las figuras cognitivas de la colaboración y la competencia al mismo tiempo (…) Jugar fútbol te educa en la interacción, observar un juego de fútbol continúa la formación en interacción”. Entonces, ¿cómo explicar lo que sucedió en el estadio de Querétaro (por cierto, subsede para el mundial de futbol)?  ¿Será que, como dice el mismo Galindo, el futbol es parte de lo contrario, es decir, de procesos de desestructuración, de descomposición, de degeneración, de la vida social? La respuesta tiene que ser afirmativa cuando observamos que situaciones similares han sucedido en otros estadios. Aquí en corto, lo hemos visto cuando el equipo local juega contra los equipos regiomontanos, ya sea aquí o en Monterrey.

¿El problema son las barras?, ¿la venta de cerveza en los estadios desde horas antes de que empiece el juego? Quizá es la forma en que hemos reinsertado el futbol en la sociedad, el hecho de que ha dejado de ser sólo un deporte para convertirse en un espectáculo y un negocio, un gran negocio de miles de millones de dólares. Y con ello cambia la relación entre los diferentes aspectos involucrados en el futbol. Así asistimos a una matriz de socialización en la que el aficionado queda convertido en consumidor de emociones, mientras que los dueños de los equipos, esos que hacen “todo por amor al futbol”, se convierten en empresarios que compran y venden jugadores como cualquier otra mercancía.

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