POR: AGENTE 57
Arrancamos… Liderazgo democrático. El Presidente de México, jefe de gobierno y jefe de partido, (¿) dotado de un enorme poder personalizado, para ser un líder democrático, debe ser legítimo y responsable. Su legitimidad tiene una doble dimensión. La legitimidad institucional que deriva de una elección directa que deposita en un solo individuo "el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión". Y, en razón de que este mecanismo institucional, es condición necesaria pero no suficiente para el ejercicio de un liderazgo, se requiere además como legitimación sociológica, el factor de prestigio democrático consistente en una reputación profesional e ideológica, que produzca el consenso entre el pueblo y la persona de su líder, la confianza en su aptitud para dirigir los destinos del país. Confianza en su capacidad para dirigir el enorme aparato administrativo íntimamente ligado a todos los aspectos de la vida del individuo, con toda su complejidad técnica y práctica que le sitúa por encima de los simples técnicos y administradores. Y confianza en que, en cuanto líder de Partido, encarna los principios que lo animan. Los amplios poderes depositados en el Presidente, líder constitucional y líder de partido, sólo son legítimos, en el sentido amplio, -y esto es fundamental- cuando el Jefe del Ejecutivo, apegado a la Constitución, encarna ante los ojos del pueblo los principios impuestos por las armas y que hoy son corriente de opinión mayoritaria. La confianza que, de lo anterior deriva, aun cuando puede haber sido lograda con anterioridad al cargo, se alimenta permanentemente en el ejercicio cotidiano. Por lo que respecta a la responsabilidad, en razón del doble carácter de la jefatura, también tiene una dimensión dual, el Presidente es institucionalmente responsable de todos los actos del Ejecutivo. No sólo debe limitarse a fijar los lineamientos generales, la noción de interés general, que lo legitima, sino, además, vigilar que, en la traducción diaria de los principios a la práctica de gobierno, se respete el espíritu y se den pasos efectivos para lograr las metas en las que toda su autoridad está comprometida. Es, asimismo, en cuanto jefe de Partido, responsable ante las masas que lo forman, de que, en todos los niveles de gobierno, federal y estatal, se utilice el poder político en beneficio popular efectivo. Esta es la condición indispensable que lo hace líder real de la organización política en la que descansa su fuerza. En las dos dimensiones de su responsabilidad, el Presidente debe mantener un estricto sentido de la realidad, mantener una clara distinción entre los objetivos deseables y los objetivos posibles; un líder a diferencia del demagogo, no puede conducir a su pueblo hacia quimeras o empresas ilusorias. MI VERDAD. - El principio mexicano de la no reelección en todos sus niveles era una pieza fundamental del sistema.