POR: AGENTE 57
Arrancamos… EL panorama ideológico del anarquismo podríamos describirlo, a nuestro juicio, en los siguientes términos, tal como se hace en la obra de James Joll:1 "Del estudio de los movimientos religiosos heréticos, se desprende claramente que determinados tipos humanos experimentan la apremiante necesidad de reaccionar violentamente contra el orden existente; de poner en entredicho el derecho de los gobernantes a ejercer el poder, y de denunciar como innecesario y negativo todo lo que tenga visos de autoridad.
Esta rebelión contra la sociedad y sus dirigentes va acompañada, de conformidad con la disposición mental de que se trate, bien por la convicción de las propiedades saludables de la destrucción violenta, de la importancia de la revolución como un fin en sí, o bien por un optimismo que no carece de fronteras en torno a la posibilidad de un cambio inmediato y radical en pro de un mundo mejor, de la edificación de un orden social totalmente nuevo, erigido sobre las ruinas del anterior.
El total rechazo de los valores de la sociedad contemporánea, el aborrecimiento de cualquier muestra de autoridad y la creencia no sólo en la posibilidad, sino también en la inminencia de una completa revolución, son todas ellas características que van acompañadas por el sentimiento de pertenecer a un grupo selecto y a menudo secreto".
"La disposición mental que antaño impulsó a los hombres a la adopción de creencias religiosas utópicas puede (tal y como han sugerido cierto número de autores) haberlos llevado en nuestra época a favorecer algunas revoluciones centralistas y totalitarias, pero puede también inducirlos a rechazar toda autoridad y a rebelarse contra cualquier forma que adopte el Estado.
Ideologías que impulsan a unos hombres a la aceptación de una dictadura totalitaria pueden suscitar en otros un completo rechazo de toda autoridad "Aunque el anarquismo es también producto del racionalismo del siglo XVIII, y a pesar de que la teoría política anarquista se basa en la confianza en la naturaleza razonable del hombre y en la creencia en su progreso moral e intelectual, éste es tan solo una de los cabos.
El otro consiste en una tendencia que sólo cabe describir como religiosa y que vincula a los anarquistas emocionalmente, ya que no doctrinalmente con las herejías de tendencia extremista de los primeros siglos.
Es justamente el choque entre éstos dos rasgos, el religioso y el racionalista, el apocalíptico y el humanista, lo que ha dado a la doctrina anarquista un carácter contradictorio, y es también ésta doble naturaleza la que le proporciona un amplio y universal atractivo.
Las creencias de los anarquistas no pueden entenderse sin tener antes una comprensión de las ideas políticas que heredaron de la Ilustración.
Sin embargo, nos encontramos a menudo con que sus actos sólo admiten explicación en términos de la psicología de la creencia religiosa.