Torreon, Coah.
Edición:
18-Nov-2024
Año
21
Número:
927
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LA DISPUTA POR EL FUTURO / 814


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Por:
Sin Censura
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28-02-2022
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Edición:

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POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.

En un país que, como el nuestro, su característica principal es la desigualdad, no sorprende que la opulencia de unos cuantos frente a la pobreza de los muchos resulte ofensiva, sobre todo si a lo anterior se agrega la sospecha de que tal riqueza haya sido obtenida con recursos públicos. Por señalar tales situaciones ganó López Obrador la presidencia de la República. Los señalamientos hacia la “mafia del poder”, como el bautizó a políticos y empresarios que se han repartido el acceso a la riqueza nacional, le valieron el reconocimiento de las mayorías de este México y le dieron los votos necesarios para que se convirtiera en presidente y, desde ahí, barriera la corrupción, tal como lo había prometido en sus campañas presidenciales.

Tan le funcionó que el respaldo popular se ha mantenido una y otra vez. Sin embargo, la oposición no ha cejado en su empeño de recuperar el espacio perdido y le ha propinado a López Obrador un golpe mediático de tales proporciones que muchos consideran que ha iniciado el declive del poder obradorista. Ese golpe, la denuncia periodística sobre los lujos en que vive el hijo de Andrés Manuel, ha resultado muy doloroso para el presidente, primero porque muestra que en su propia familia hay quién descree de su propuesta ética acerca de vivir en la medianía, de sentir repulsión por los lujos y, segundo, porque sugiere que la llamada “casa gris” en la que habitaba el primogénito del presidente, era equivalente a la “casa blanca” de Peña Nieto, es decir, que tenía el tufo de corrupción cuyo combate pregona López Obrador.

Sin embargo, habría que ubicar este “reportaje” en el campo de batalla en que se ha convertido nuestro país, una pugna permanente en la que se enfrentan contingentes obradoristas y contraobradoristas, lucha que ya se expresó en el terreno electoral pero que, sobre todo, es más estridente en los medios de comunicación tradicionales y en las llamadas redes sociales. Esa confrontación que, en el fondo expresa dos ideas de país que, al parecer, no pueden convivir, ha penetrado todos y cada uno de los diferentes espacios sociales, incluida la familia, al grado que las pasadas reuniones decembrinas sirvieron para actualizar los términos de la contienda. Aun hoy, la sobremesa familiar suele ser el espacio colonizado por esa lucha ideológica que a cada rato amenaza con desbordar los límites de las diferencias en el terreno de las ideas.

Si algo le duele al presidente es que lo comparen con los gobernantes “neoliberales”, cómo el les llama. “No somos iguales” dice a cada momento y muestra, para refrendar sus dichos, la austeridad en la que vive, viajando en vuelos comerciales, vistiendo ropa y calzado que difícilmente se considerarían “de marca”, irritando con ello el presunto “buen gusto” de las élites. Por eso el empeño en deshacer la imagen de austeridad presidencial, por eso la permanente intención de mostrarlo tan corrupto como sus antecesores.

Estamos a la mitad del sexenio y poco daño le han hecho al apoyo social con que cuenta el presidente. Sin embargo, falta medir los efectos de esta última refriega con Loret de Mola que, por cierto, está lejos de concluir. Los dichos y contradichos en las “mañaneras” y en las redes sociales, así como en los reportajes y columnas de los medios más importantes van a continuar mostrando y ahondando las divisiones de nuestro país. Los espacios para el diálogo son cada vez menos y cada vez más estrechos. La disputa por el futuro inmediato de nuestro país está aún lejos de definirse.

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