POR: JESÚS M. MORENO MEJÍA
“Muchas cosas de la vida, y hasta
algunas personas, están destinadas
al olvido; sólo pocas son inolvidables”
Parodiando a Ricardo Wagner
Causó sorpresa, y en algunos casos hasta enojo, la decisión del retiro de la escultura de Cristóbal Colón, instalada en el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México (CDMX), y de inmediato se escuchó en ciudades y poblados del interior del país que si también se eliminarían los monumentos erigidos en honor al navegante genovés en en otros lugares del país.
Se aclaró que el apartamiento de la estatua de Colón era solamente una determinación del gobierno de la CDMX, si bien no faltará autoridad que decida hacer lo propio en su jurisdicción.
Sin embargo, cabe la apreciación de que hay cosas y personajes de la historia que caen en el olvido, por desinterés o por disposición oficial, tal como sucedió con los nombres de Agustín de Iturbide y Porfirio Díaz, pero también sucede con hechos históricos.
Ejemplifiquemos brevemente con lo siguiente: una importante avenida del centro histórico de la ciudad de Torreón, se le retiró el nombre del efímero emperador mexicano, Agustín de Iturbide, sustituyéndolo con la nominación de avenida Presidente Carranza. Hubo pocas protestas por dicho cambio, como también sucedió con la designación de otra importante rúa, que oficialmente se denominaba calzada Porfirio Díaz en la década de los años 20’s, la que en los 30’s le fue cambiado el nombre por el de “Río Nazas”, para finalmente quedar como Calzada Cuauhtémoc, como hasta ahora.
Por añadidura, en torno a éste último personaje de la historia, la hoy ciudad Piedras Negras, llevó el nombre del héroe de la batalla del 2 de abril, cuyo ex presidente fue derrocado mediante la revolución de 1910. Por cierto, la Plaza de Armas de Torreón, a principios del siglo XX se le conoció como plaza “2 de Abril”, pero al caer el dictador se le cambió el nombre por el de “Plaza Constitución”, si bien hoy es más conocida como “Plaza de Armas”.
Los nombres de alguno próceres nacionales se siguen venerando, y otros desdeñándose, tal como lo expresamos anteriormente, por olvido, desinterés o decisión oficial; incluso se afirma que cabría la posibilidad de restaurar algunos nombres, tras de aclararse algunos hechos significativos de ciertos personajes, y podría ser el caso de los dos antes mencionados.
No pretendo abogar o desestimado la vida y obra de Iturbide y de Díaz, pero hay investigadores que han profundizado en los hechos que realizaron y que opinan deberían ser recordados, por ejemplo:
El martes 28 de septiembre próximo pasado se celebraron 200 años de la firma del Acta de Independencia de México, y entre las rúbricas que aparecen en ese documento histórico figuran las de Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, a fin de consumar la separación definitiva de la corona española y para dar paso a una efímera monarquía de corte religioso, al declararse Iturbide emperador de la nación. Sin embargo, los conflictos internos en el gobierno y la separación de toda América Central del nuevo imperio, se dio un segundo paso: el nacimiento de la actual República Federal Mexicana, en 1823.
Pero olvidemos a esos dos personajes históricos y algunos detalles de sus hechos, si bien de Porfirio Díaz sólo podíamos mencionar su triunfo bélico contra las tropas francesas y los conservadores que los apoyaron, para abordar ahora el caso de Cristóbal Colón, como “descubridor” de un nuevo continente, por estar próximo el aniversario de su llegada a tierras americanas.
El ilustre genovés nació en 1451 (según algunos historiadores el 31 de octubre), en la entonces República de Génova, Italia, pero a los 20 años de edad se mudó a Lisboa, Portugal, para finalmente trasladarse a España, con el propósito de convencer a los Reyes Católicos. Se afirma que Cristóforo Colombo era sefardita (judío europeo), pero ocultaba sus creencias para no ser rechazados en su proyecto de darle la vuelta al mundo hasta llegar a las Indias Orientales, y más concretamente a Cipango, o sea China y Japón.
Finalmente convenció a la reina Isabel de Castilla, y el 3 de agosto de 1492 salió del puerto de Palos de Huelva, capitaneando tres embarcaciones, cuyos nombres son de sobra conocidos: Santa María, La Pinta y La Niña, llegando el 12 de octubre del propio año a la isla de Guanahani, ubicada en lo que hoy conocemos como archipiélago Las Bahamas. Regresó a España llevando a algunos aborígenes y objetos encontrados en su descubrimiento, pero ignorando que solo había llegado a una porción de un continente desconocido en Europa. Más tarde volvió en dos ocasiones, despertando la envidia y la ambición de otros españoles aventureros.
Colón fue ampliamente venerado en los siglos posteriores a su muerte, pero la percepción pública se ha fracturado en las últimas décadas a medida que algunos historiadores prestaron mayor atención a los daños cometidos bajo sus descubrimientos, en particular el casi exterminio de los aborígenes taínos a causa del maltrato infringidos a éstos, por haberlos contagiado de enfermedades europeas, y por su esclavización.
En contra de los detractores de Cristóbal Colón, figuran quienes los que llegaron a venerarlo, al grado de crear un grupo de corte religioso: Los Caballeros de Colón, que obviamente niegan las acusaciones hechas en su contra, pero al parecer esta comunidad ha entrado en un letargo, pues de sus actividades nada se sabe a diferencia de antes.
Incluso, por un largo tiempo, maestros y alumnos de escuelas oficiales rindieron público homenaje a Colón mediante actos cívicos, tal como ocurría en diferentes ciudades del país. Hoy en día prácticamente han desaparecido esos eventos, desde antes de la pandemia.
Por todo lo anterior, nos hemos referido ahora a una real devaluación de personajes históricos, sin tomar partido a favor o en contra de ellos, y de otros que hoy no mencionamos. Por ello, después de dejar nuestra inquietud, preferimos, como en otras ocasiones, dejar a nuestros lectores su opinión, que seguramente será la mejor.
¡Hasta la próxima!