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Edición:
28-Oct-2024
Año
21
Número:
924
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MI VERDAD / 795


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Por:
Agente 57
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12-09-2021
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POR: AGENTE 57

Arrancamos… Transa, mordida, soborno, el español que hablamos en México tiene muchas maneras de llamar a la corrupción. Son palabras diferentes para nombrar a un problema que nos perjudica a todos. La corrupción es una enfermedad social que afecta la vida política y económica de México. La organización Transparencia Internacional  publica cada año una lista sobre el nivel de corrupción en 102 países. La lista tiene calificaciones que van de 10 para la nación menos corrupta, a 0 para reprobar al país más corrupto. Entre los países incluidos en la lista publicada por dicha organización México ha obtenido calificación reprobatoria de hasta 3.6. Es muy triste decirlo, pero más peligroso negarlo: vivimos en uno de los países más corruptos del mundo. La corrupción es un monstruo con muchas caras: lo encontramos igual en la esquina del crucero, en la ventanilla de trámites, en la oficina de los políticos y en los escritorios de los burócratas. Las personas con cargo de elección popular y los funcionarios de gobierno son nuestros empleados, su trabajo debe de estar concentrado para servir al público y no a sus intereses personales. La corrupción es el abuso del poder, el uso de un puesto público para provecho privado. Cuando un gobernante se sirve a sí mismo en vez de servir a los demás, traiciona la confianza depositada por los ciudadanos. Existen muchas formas de corrupción, pero la más dañina es cuando los gobernantes usan para beneficio personal recursos públicos que se deberían emplear para apoyar planes de educación, salud y vivienda. Otra forma de corrupción tiene lugar cuando los gobernantes aprovechan el poder político para hacer negocios e inversiones. El gobierno no debe ser un lugar para hacerse rico sino para servir a la sociedad. La ley debería aplicarse de igual manera para todos los ciudadanos pero la corrupción desequilibra la balanza de la legalidad, quien tiene el poder económico o político para sobornar a un servidor público corrupto, puede escapar del castigo que le corresponde. Así se crea una situación muy desigual por medio de la cual las personas con mayor capacidad de corromper y menos escrúpulos, pueden evadir las penas que la ley les impone. Un criminal impune es aquel que se escapa de pagar su pena. La impunidad es otra de las caras de la corrupción, además de ser una de sus principales aliadas. Mientras exista impunidad habrá corrupción. La mejor manera de acabar con la impunidad es demostrar que no hay intocables para la ley. Sin importar su cargo todos los servidores públicos deberían actuar con honestidad y respeto a la ley. La democracia no consiste únicamente en votar el día de las elecciones sino en controlar el poder y las acciones de las personas encargadas de las tareas de gobierno. En una democracia se debería amarrar las manos a los funcionarios públicos para impedir que los justos se vuelvan pecadores y tener las arcas transparentes para que todos vean cuánto dinero entra y cuanto sale. Esto lo podemos traducir en un control eficaz sobre los funcionarios de gobierno y un sistema abierto de información sobre los manejos del dinero público (la mentada transparencia, que no ha sido transparente en nuestro país) el congreso mexicano aprobó la ley de transparencia y derecho a la información. Esta ley permite que cualquier ciudadano consulte archivos, datos y documentos del gobierno que pueden ser de interés público, pero en los hechos esto es una utopía. Entonces pues, la democracia no nos asegura que se acabe la corrupción pero es la mejor forma de gobierno para prevenir y combatir este mal de nuestra sociedad. Sin embargo, no debemos ser pesimistas porque la corrupción no es un mal incurable. Con el esfuerzo compartido de la sociedad y el gobierno podemos encontrar antídotos para curar esta enfermedad. El rostro de la corrupción no solo es el funcionario que gana millones de pesos por vender leche radiactiva en polvo como si fuera un producto saludable, o el que da concesiones a algún grupo o compañía para realizar una obra pública con el consabido 10 o 15%  al que le entregó dicha concesión, la corrupción se expresa también en el automovilista distraído que se salva de una infracción de tránsito al darle dinero al agente que lo detuvo, etc. una trinchera muy importante para luchar contra la corrupción comienza dentro de nosotros mismos. Para acabar con ella en el ámbito nacional, tenemos que enfrentar el problema en lo personal. En la forma  como llevamos nuestra vida diaria está la respuesta para abrir o cerrar el paso de la corrupción. El comportamiento personal es el único motor de la acción colectiva, pero no podemos luchar solos. Solo un gobierno verdaderamente democrático y una población activa e informada podrán iluminar los rincones oscuros donde se esconde la corrupción. MI VERDAD.- En arca abierta hasta el justo peca. N.L.D.M.

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