POR: EDUARDO GRANADOS PALMA
Analista internacional
En Seguridad Pública,
Inteligencia y Defensa.
www.ciasid.org
El siglo XXI inició realmente el once de septiembre del 2001. Aquella lejana mañana sentí miedo. Un temor muy distinto al que sentí hace unos días en un hotel en Reforma donde me agarró el fuerte temblor de la Ciudad de México.
Hace ya 20 años de aquel lejano martes cuando me alistaba muy temprano para asistir a una reunión de negocios en Polanco cuando me marcó mi madre para que pusiera las noticias pues una avioneta se había impactado contra una de las Torres Gemelas en NY, se estaba incendiando y había personas arrojándose al vacío.
Recuerdo el miedo que sentí cuando en vivo frente a la pantalla del televisor miré como se impactaba un segundo avión contra la otra torre.
Miedo al futuro, miedo a la guerra, miedo a la incertidumbre de una nueva realidad que estaba iniciando justo en ese preciso momento en que una serie de atentados islamistas coordinados dejaron casi tres mil muertos y cambiaron el rumbo de la historia.
Ese mismo día, otro avión se estrelló contra el Pentágono y uno más cayó en un campo de Pensilvania en medio de la lucha de los pasajeros contra los secuestradores por recuperar la aeronave. En total cuatro aviones comerciales habían sido capturados y usados como armas.
El grupo terrorista Al Qaeda se adjudicó el ataque y como reacción nuestro vecino del norte terminó invadiendo Afganistán, de donde recién salió en agosto pasado tras 20 años de guerra. Las secuelas inmediatas produjeron dolor y un sentido de propósito común.
Pero esto pronto fue superado por el miedo y la ira. Esta dinámica produjo un fuerte impulso de justicia y venganza, y llevó a Estados Unidos a prolongadas operaciones militares en el exterior.
Durante ese periodo de 20 años, las vidas de los estadounidenses se fragmentaron mucho más a medida que se deshilachaba la unidad nacional que surgió después de los ataques.
El ataque terrorista más mortífero de la historia impactó y cambió al mundo entero.
Los migrantes en situación irregular de repente se encontraron bajo un régimen policial en donde todos eran sospechosos y esto los atemorizó hasta los huesos.
En lo económico, la primera potencia paralizó sus actividades y se produjo una crisis en cadena en donde los migrantes fueron las primeras víctimas. Lo anterior se reflejó en la reducción de las remesas.
El marco jurídico que norma la inmigración se vio también afectado por el sentimiento xenofóbico que se activó.
En la actualidad se ha normalizado mucho de lo anterior, por lo que los migrantes realmente han vivido 20 años en condiciones muy difíciles.
Tras el ataque vino el Patriot Act, que le daba mucho más poder al Gobierno y a las agencias de poder intervenir en las comunicaciones de la gente y otros asuntos privados con el objetivo de defender la seguridad nacional.
Con esto empezó un debate de seguridad contra las libertades y los derechos constitucionales. Otra consecuencia del 11 de septiembre fue el aumento del poder del Ejecutivo para la toma de decisiones estratégicas y además, tras los atentados la gente tuvo por un tiempo miedo a volar.
Hoy en día, las consecuencias de aquella lejana mañana hace dos décadas nos siguen afectando.
La identificación de los pasajeros en cualquier aeropuerto del mundo antes de abordar se hizo mucho más estricta y se dejó de permitir líquidos y objetos cortopunzantes sin importar el destino, local o internacional a donde uno vuele. En lo personal ese día me marcó profesionalmente pues recién regresaba a México de recibir capacitación en Antiterrorismo en Israel por lo que fui invitado por las dos principales televisoras del país como analista editorial en las constantes transmisiones de sus noticieros y programas especiales.
El mundo ha cambiado por completo desde aquella lejana mañana de hace 20 años en que el mundo despertó realmente frente a la amenaza del terrorismo.
Habrá más y nuevos ataques… la pregunta es donde y cuando.