POR: DR. CÉSAR FELIPE DE LA ROSA D.
“Para Julio Saucedo Zul, Coordinador de la Unidad Saltillo de la Universidad Autónoma de Coahuila”
Cuando se habla de liderazgo, es común recurrir a múltiples conceptos que intentan describir, algo que bien puede ser una habilidad, o también una cualidad; de una u otra forma, lo que no se puede cuestionar es que es un elemento transformador de las organizaciones humanas.
Forbes señala con puntualidad dos enfoques de liderazgo, que el autor de estas líneas comparte:
Liderazgo como actitud. Esta es un poco más nueva. El líder por actitud es aquella persona que se le reconoce como carismática y empática. Su carácter y su visión hace que los suyos le sigan casi naturalmente porque creen en él o en ella. Este es el líder que dirige desde abajo, que no requiere una posición social o estructural, sino que simplemente por su forma de ser guía a los demás y los demás le siguen.
Liderazgo como un juego de rol. Esta es de hecho una de mis definiciones favoritas. Es la postura en la que el líder es el líder de forma circunstancial independientemente de sus habilidades, dones o actitudes. Simplemente está en esa posición por cualquier motivo, pero solo por un periodo determinado. Hoy yo juego el rol del líder y tú me sigues, mañana es tu turno de hacer ese papel y yo te sigo. Hoy tu aprendes de mí, mañana yo aprendo de ti. (Forbes, 2017)
¿Por qué se estima que el liderazgo es relevante en este contexto de realidad?, definitivamente, la cambiante estructura social en sus distintas dinámicas y escenarios, hace indispensable la optimización de los recursos disponibles y la creación de alternativas a los esquemas tradicionales desfasados, y esta tarea no es una opción sino obligación.
Ya se ha insistido en la trascendencia sociocultural de las instituciones de educación superior, en los procesos de innovación y generación de una nueva realidad.
Es por ello que la suma del liderazgo y educación superior, puede ser una detonante de cambios positivos en la sociedad; el ánimo de las Universidades siempre debe estar enfocado en la formación de personas competentes en el multidisciplinario mercado laboral, pero a la vez, deben estimular la formación humana y en un contexto de cultura, sin dejar de lado la muy necesaria visión transformadora de la sociedad. Es decir, la Universidad es útil en la medida que sus fines educativos conllevan beneficios para la población general y no sólo a los alumnos o algún grupo social, en particular. Otra de las cuestiones importantes de las universidades es que consideran al conocimiento como el fin más preciado. Forman a los individuos con altos conocimientos para que puedan aplicarlos en el mercado global actual y para que respondan a las demandas de la sociedad del conocimiento.
En este contexto es válido preguntar, ¿la educación superior debe ser una educación para implementar transformación y bienestar social? ¿Es ahí donde la universidad cumple su verdadera función, es dónde redime algo a la sociedad? ¿La universidad debe ser la benefactora de la sociedad misma, sus estudiantes deben tener una visión más amplia en aras de un beneficio para la sociedad? La estimación personal es que sí.
Según Castañeda: los objetivos de la Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el siglo XXI al menos en nuestra universidad, están dándose en dos niveles, el primero, el nivel formal de documentos oficiales, discursos y argumentos justificatorios de algunas políticas implementadas y un segundo nivel, en el que desde nuestro punto de vista apenas empieza a permear, que tiene que ver con la adopción que de sus objetivos hagan los actores institucionales, lo cual no será posible si antes no logran resignificar los contenidos y adaptarlos al contexto específico. (Castañeda, 2009) Importante es la aportación en el sentido de otorgar una adaptación permanente, esto sugiere algo que se debe dar en automático. Nada más lejano de la realidad, es precisamente el factor liderazgo, la variable que encamina a las transformaciones reales (al menos una muy notoria).
El declive económico mundial a causa de la pandemia, es un punto de inflexión para reconsiderar el papel de las instituciones de educación superior, donde el rol de las mismas, pueda regenerar el tejido social desde sus propios códigos, lenguaje y normas internas. El universitario pudiera ser un líder en su contexto, y permear los beneficios de la educación superior en su propia realidad.
Es evidente que la orientación productiva y lucrativa, en los ciclos económicos, son inherentes al ser humano; pero no debería limitarse a estos fines la realidad.
El liderazgo de los universitarios, son el reflejo fiel de las propias instituciones de educación superior; (autoridades, docentes, etc…) este liderazgo no convencional, implica la capacidad de varios agentes de asumir y rotar el rol, de una manera natural.
Las instituciones de educación superior, se forman con liderazgos en todos sus niveles, asumir una función social transformadora de la realidad, por parte de los actores universitarios, es el mayor legado para la sociedad que la demanda. Es decir, en la “nueva normalidad”, las universidades son sus líderes y el liderazgo universitario es el que se asume desde el interior de la sociedad y la impacta positivamente... pero desde su propia normalidad.