Torreon, Coah.
Edición:
04-Nov-2024
Año
21
Número:
925
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MI VERDAD / 792


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Por:
Agente 57
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22-08-2021
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POR: AGENTE 57

Arrancamos… En la base de toda teoría o sistema político, siempre se encuentra una idea del hombre. Cualquiera que sea el sentido que se haya dado o pretenda darse a la actividad política, lo mismo si se concibe como una función de servicio o si se equipara a una ciencia, a un arte o a una conducta orientada hacia la conquista y la conservación del poder, la política lleva consigo, en cualquier lugar y en cualquier momento histórico, una concepción inevitable sobre el hombre. En ese sentido es posible afirmar que toda política entraña, también, una filosofía del hombre. Esto es así, porque a partir del hecho político primario, o sea del fenómeno en que unos hombres dirigen a otros, ya sea para servirlos o para servirse de ellos, siempre es el hombre aquel de quien parte el mando y el destinatario del mismo. De este modo, el trato recíproco entre gobernantes y gobernados refleja, aunque en actitud opuesta, las dimensiones que el hombre tiene de si mismo. Por esta razón, para el que quisiese investigar qué pensó el hombre sobre el hombre en determinada época, podría bastarle, mejor que los eruditos tratados de filosofía o el estudio de los más señalados exponentes de cada etapa histórica, el análisis de sus instituciones políticas y sociales. De hecho, el historiador de los fenómenos sociales procede del mismo modo que el arqueólogo, por más que el objeto de su investigación y sus métodos sean distintos. En efecto, de la misma manera que el arqueólogo reconstruye la estructura de algún ser viviente a partir del hallazgo de alguno de sus restos, el historiador de la política o el sociólogo reconstruyen también los contornos de una época histórica o de una cultura, sobre la base de las costumbres o de las instituciones sociales que en ella prevalecieron. Es aquí donde adquieren su mayor energía los trazos que diseñan la imagen del hombre en cada porción histórica. No podemos caer en la ingenuidad de sostener, como ya se ha venido insinuando incluso por historiadores de mérito. La historia es la génesis y la interpretación del fenómeno humano integral. Por lo mismo, lo es de todas las manifestaciones de la cultura, y, entre ellas, de la política. Pero si el hombre es el ser histórico por experiencia, en tanto que hacedor de la historia y producto de la misma, como lo explicaba Carlos Marx, es lícito afirmar que, si la historia es la conciencia de la cultura, y la política viene a ser, a su vez la conciencia de las concepciones que el hombre ha tenido de si mismo. Por eso es innegable el hecho de que las grandes etapas en que se ha fragmentado la historia, registran cada una por separado, modos distintos de concebir al ser humano. No es casualidad que la historia del pensamiento político haya marchado paralelamente a la de la filosofía. Más aun, la filosofía, en tanto que visión totalizadora del mundo y de la vida, ha sido, también, filosofía de la política, hasta el punto en que solo excepcionalmente puede citarse a un filósofo que no haya elaborado, también, una teoría política aparejada a su filosofía. Tampoco es una mera coincidencia que las teorías políticas debidas a los pensadores mas distinguidos puedan reducirse, en su expresión más simple pero también más honda, a unas cuantas ideas sobre el hombre. Díganlo si no la ingenuidad o la bondad natural que Rousseau le atribuía al ser humano; la tendencia del hombre hacia el abuso del poder, que señalaba Montesquieu como eje de su conocida doctrina; la temibilidad en que Hobbes hacia recaer la necesidad imperiosa del pacto social; el calculo malicioso y la astucia que Maquiavelo advierte como virtudes capitales del “Príncipe”, en orden a la naturaleza humana, o bien el principio aristocratizaste del género humano, que sirve de base a la estructura política que Platón edifica en “La República”. En todos estos casos, el hombre es el punto de partida y el de retorno. MI VERDAD. - La historia humana es la historia de la política.

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