POR: SAMUEL CEPEDA TOVAR
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-Con todo el respeto que se merecen los familiares de la tragedia de la línea 12 del metro de la CDMX-. Según declaraciones tanto del dueño de grupo Carso y que ostenta el título del hombre más acaudalado de México, así como declaraciones de nuestro presidente, será el magnate quien se encargue de las reparaciones necesarias para volver a operar la siniestrada línea 12 del metro de la Ciudad de México. De manera tácita, el Ing. Carlos Slim ha aceptado la responsabilidad de lo sucedido; y en sus primeras declaraciones luego de su visita con el presidente AMLO, señaló que la obra dio servicio eficiente a 144 millones de usuarios anualmente en los 10 años que llevaba operando, que incluso funcionarios de alto nivel abordaron dicha línea en su inauguración por lo que era segura, también dejó claro que en ese lapso de tiempo se suscitaron por lo menos 12 sismos de más de 6 grados en escala Richter; por lo que, podemos colegir, el asunto ya está arreglado, no hay culpables humanos, sino naturales, y el deterioro se tenía que dar. Difícil conclusión para los familiares de las víctimas, inextricable final para quienes sospechábamos de negligencia gubernamental por falta de supervisión y mantenimiento. De pronto, en el mismo contexto de la decisión de grupo Carso de hacerse cargo de las reparaciones, en los Estados Unidos, en la ciudad de Miami, sucede una tragedia similar; pues súbitamente un edificio colapsa en el país de las medidas extremas de construcción, en el país previsor, en donde estas tragedias no suceden. Champlain Tower South colapsa sin saber exactamente el número de personas fallecidas que se calcula en cientos y al igual que en México, familiares, vecinos, autoridades y la comunidad en general buscan una explicación a la tragedia. Se habla de un colapso progresivo que tal vez pudo detectarse, y la tragedia fue tan rápida como un rayo, tan rápida como la línea 12 del metro. Algunos expertos señalan también las condiciones naturales de la región en Miami, otros la falta de criterios elevados de calidad de hace 40 años cuando se construyó la torre, pero es difícil adelantar conclusiones hasta que no se dé, como aquí, un responsable oficial. En ambos casos asoma un culpable común: las condiciones naturales; y es posible que en ambos casos haya mucho de verdad; pues en el progreso de la humanidad no cabe la palabra perfección ya sea por un avión estrellado, una torre colapsada, un puente acaecido o una línea de transporte colectivo siniestrada. No estamos seguros en ningún lado, y aunque ambos casos son muy similares -guardando todas las proporciones- no es lo mismo una obra siniestrada en un país con un bajo índice de percepción de corrupción que en uno con alto índice, en uno en donde la calidad es la regla y en otro en donde esta última palabra no se conoce porque apenas se inaugura una obra y ya observa deficiencias estructurales. Muchos no hemos quedado satisfechos con el anuncio de que la reparación de la línea 12 no le costará un solo peso al pueblo, porque ese realmente no era el problema, sino definir si se trataba de corrupción o negligencia y hasta que vivamos en un escenario en donde la corrupción sea mínima, quedaremos conformes con culpar a la madre naturaleza de los desastres en los que lamentablemente se pierdan vidas humanas.