POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.
Y con la resaca a cuestas /
Vuelve el pobre a su pobreza /
Vuelve el rico a su riqueza /
Y el señor cura a sus misas.
La fiesta. Joan Manuel Serrat.
Finalmente concluyeron las elecciones y, con ello, el pretexto para agredirnos cotidianamente con mensajes infantilizados, propuestas huecas y un lenguaje carente de sentido. Fueron varias las semanas en las que los partidos se esforzaron por convencernos de que seguimos siendo menores de edad, de que no sabemos lo que queremos y de que ellos si saben lo que es mejor para nosotros los votantes.
En medio de dos coaliciones, los ciudadanos aguantamos lo peor de las estrategias electorales, escuchamos lo peor de cada partido político y, además, vimos el lamentable desfiguro de “estrellas” del espectáculo que se creyeron aquello de que los electores son lo mismo que los fans. Lo mismo puede decirse de ministros de culto en activo y en retiro que, violando el derecho canónico y la legislación electoral, trataron a la ciudadanía como si fueran rebaño en busca de quien los pastoree.
Y no se diga los empresarios, ellos también se fueron en la finta de la presunta minoría de edad de sus trabajadores a quienes, muy solidariamente, habría que orientar para que emitieran un “voto razonado que no pusiera en riesgo lo ganado”. Como si algo hubiese ganado la clase trabajadora, grupo social que en cuarenta años de gobiernos liberales ha perdido capacidad adquisitiva de su salario, prestaciones laborales, derecho a sindicalizarse, pensiones dignas y un larguísimo etcétera que explica la enorme acumulación y concentración de capital en muy pocas manos.
Desesperados porque, por primera vez en muchísimos años, hay un presidente que habla un lenguaje que entienden los trabajadores, un idioma que con políticas que mejoran el salario mínimo como no sucedía desde hace muchísimos años, con decisiones que cancelan el outsourcing como estrategia patronal para escamotear derechos laborales, ha establecido un diálogo con la clase trabajadora que difícilmente podrían entender los patrones.
Quizá por eso Eduardo Caccia (El “Cachas”), colaborador del periódico Reforma, les regaló una serie de sugerencias en una de sus columnas publicada días antes de la jornada electoral. Lo fundamental consiste, dice “El Cachas” a los empleadores, en hablar a los trabajadores como se hablan entre ellos, como iguales, tratándolos de “carnales”. Pareciera que la columna de marras va dirigida a los trabajadores pues inicia así: “Te escribo a ti, sí, tú, que te la rifas toda la semana en la chamba. Tú, que con orgullo llevas lana a tu cantón, ganada con esfuerzo”. Y, sin embargo, los pocos trabajadores que leen periódicos difícilmente leerían un diario que, si algo tiene de característico, es su profundo desprecio por quienes, con sus manos, hacen girar la rueda de la economía nacional.
Aunque el texto está escrito en forma de misiva cuyo destinatario es el trabajador, en realidad es una muestra de como podrían los patrones, especialmente aquellos que encabezan la oposición contra López Obrador, hablar con sus trabajadores de manera que entiendan que los intereses de patrones y trabajadores son los mismos, que las políticas obradoristas perjudican por igual a quienes viven de sus utilidades y a quienes sobreviven con su salario. Si eso no es un insulto a la inteligencia, entonces no sé que es. Pero a Gustavo de Hoyos, exdirigente de la Coparmex y cabeza de los opositores, le gustó y alegremente envió a los patrones ese texto (que alguien consideró “una oda al clasismo y despotismo”) y prácticamente les sugirió que, de palabra, hagan “carnales” a sus trabajadores, aunque sea por un día.
