Torreon, Coah.
Edición:
18-Nov-2024
Año
21
Número:
927
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MI VERDAD / 777


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Por:
Agente 57
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12-03-2021
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POR: AGENTE 57

Arrancamos… Los cachorros, el origen. – CON EL PODER ABSOLUTO que le confirió la Presidencia de la República, apenas tomo posesión el 1 de diciembre de 1946, Miguel Alemán Valdés puso en marcha un plan que tendría repercusiones históricas: rebautizar al Partido de la Revolución Mexicana (PRM) con el nombre de Partido Revolucionario Institucional (PRI), depurar a sus militares y desaparecer conceptos tradicionales impuestos en dos administraciones anteriores por el general Lázaro Cárdenas Del Río, como aquel de lucha de clases para “transformarlo” en cooperación de clases sociales o, mejor dicho, capitalismo a la mexicana. No obstante, a pesar de que el país ha pasado por ajustes y transformaciones sucesivas, todo sigue igual. Los mecanismos impuestos por el alemanismo sedujeron para siempre a las castas divinas, liderazgos y clanes familiares del partido en el poder. Si bien al principio no se percibieron con toda claridad o la prensa anodina y aduladora no los quiso ver, a la larga sus consecuencias serían catastróficas porque el país terminaría por degenerarse en dos clases sociales dominantes: por un lado, la aristocrática, depredadora y camuflada en una partidocracia, cuyo lema parece ser la acumulación; por el otro, una compacta financiero-empresarial. El resultado final: sin un proyecto, México se ha convertido en una nación con más de 58 millones de pobres. El Cachorro de la Revolución, que sobrevivió a una niñez de mucha pobreza y carencias de casi toda índole, se ocupó de consolidar “la dictadura camuflada” o “perfecta”, como la llamo en 1990 el escritor, ensayista, político y premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa; una dictadura cuya principal característica fue la permanencia, no de un hombre, pero si de un partido que era inamovible. El mismo que se sirvió de la Revolución, “la retórica demagógica” y el reclutamiento eficiente del medio intelectual para eternizarse. “Tan es dictadura la mexicana—agrego Vargas Llosa --, que todas las dictaduras latinoamericanas, desde que yo tengo uso de razón, han tratado de crear algo equivalente al PRI”. A pesar que 23 años después Vargas Llosa argumento que estaba en un error y destaco las virtudes democráticas del nuevo PRI, en su momento evidenció a un sistema que desde Alemán había abierto las puertas a una emergente iniciativa privada, a la que concedió amplios márgenes de maniobra e impuso el sistema de cuotas para distribuir selectivamente el poder entre las elites políticas, los amigos y los liderazgos sectoriales Priistas. A la luz de los resultados históricos, institucionalizó el uso perverso del poder para hacer negocios. Dueño de una “suerte” infinita—llegó a la gubernatura de Veracruz después del asesinato del electo Manlio Fabio Altamirano Flores, ocurrido el 25 de junio de 1936 en la ciudad de México; y a la candidatura presidencial tras la muerte, en condiciones también muy extrañas, el 17 de febrero de 1945 en Puebla, del poderoso general Maximino Ávila Camacho, secretario de Comunicaciones y Transportes y hermano del presidente Manuel Ávila Camacho--, Alemán cambio la estructura económica del país, aunque nunca se propuso un México moderno ni la modernidad con el desarrollo democrático, ni el combate a las prácticas corruptas. Por el contrario, el sistema se corrompió más e imprimió su sello propio al presidencialismo autoritario con el que se consagro, para siempre, el tradicional “dedazo”. Los cambios por si solos en la forma de hacer gobierno serían insuficientes para entender la innegable trascendencia del alemanismo, así como su personalidad, pero cuando este primer cachorro termino su sexenio el 30 de noviembre de 1952, a los 52 años de edad, la residencia oficial, Los Pinos, era conocida como La Cueva de Alí Babá. En la administración de Carlos Salinas de Gortari, esa época trivial y de “gloriosa” vanidad regresaría con mayor fuerza y los cachorros retomarían, para bien o para mal, su lugar en la sociedad mexicana. Políticos y funcionarios de todos los partidos encontraron en Alemán el justificante para formar sus clanes, facciones o grupos y liderazgos e impulsar las careras de sus hijos, primos, sobrinos y hasta esposas en puestos de elección popular y en el gobierno. Y lo hicieron a través de cargos de baja o moderada responsabilidad, pero de alto impacto: coordinadores regionales en programas específicos de desarrollo social, regidores, alcaldes y diputados locales o federales de representación proporcional o senadores, hasta llegar a las gubernaturas. En otras palabras, Alemán dio pie para que se forjara una camada de cachorros, primogénitos o juniors que se habían preparado para participar en el poder bajo su protección y la de su partido. “Alemán se enriqueció y enriqueció, al final de su sexenio, a muchos de los que lo rodeaban, por la facilidad que le daba el ejercicio absoluto del Poder Ejecutivo, sin freno ni contrapesos. No existía división de poderes. Se armó entonces, en torno de alemán, el caudillismo civil que padecemos. Y también empezó la corrupción que nos llevó a los extremos que conocemos”. MI VERDAD. – El poder tiene nombre y apellidos y los juniors están allí.

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