POR: AGENTE 57
Arrancamos… Nada más alejado de la interpretación tomista del poder y su vocación ecuménica y cristiana que las ideas de El príncipe: el Estado como arte (artificio, oficio, practica, no teoría moral) de gobernar. Eran dos visiones irreconciliables cuyo conflicto, por lo demás rebasó las fronteras de España. Aunque la filosofía de santo Tomás representaba una solución estrictamente moderna a la circunstancia inédita del descubrimiento de América, para varios autores santo Tomás era el emblema de la via antiqua: eminentemente cristiana, orientada al bien común, inspirada tanto en la fe como en la razón bajo el dictado de la ley natural inscrita por Dios en las conciencias de los hombres. En cambio, Maquiavelo representaba la via moderna: ajena a la inspiración religiosa, pesimista (o realista) con respecto a la bondad intrínseca del hombre, orientada al ejercicio del poder y el establecimiento de estados estables inspirados en ideales patrióticos y republicanos del mundo clásico todo bajo el dictado de la razón que se valida a sí misma las leyes escritas por el hombre. A los críticos españoles de Maquiavelo no les incomodaba su “absolutismo” sino la amenaza de tiranía en un orden político donde la Providencia había sido expulsada de la historia. Tras intensos debates, en 1559 (tres años después del acceso de Felipe II al poder) la obra de florentino fue puesta en el Índice de libros prohibidos. El jesuita Pedro de Rivadeneira (1527-1611) resume el argumento de esa proscripción: Los herejes, con ser centellas del infierno y enemigos de toda religión, profesan alguna religión; y entre los muchos errores que enseñan, mezclan algunas verdades. Los políticos y discípulos de Maquiavelo no tienen religión alguna, ni hacen diferencia que la religión sea falsa o verdadera, sino es a propósito para su razón de Estado […] Los herejes son enemigos de la Iglesia católica, como de tales nos podemos guardar; más los políticos son amigos fingidos y enemigos verdaderos y domésticos, que con beso de santa paz matan como Judas, y con nombre y mascara de católicos, arrancan, destruyen y arruinan la fe católica. En la teoría de Morse, los escolásticos lograron contener el influjo de Maquiavelo en la España del siglo XVI, pero su obra renació en Iberoamérica en el XIX, marcó la historia subsecuente y, a su juicio, continuaba condicionando la agenda política de estos países a fines del siglo XX. Si para los escolásticos españoles del siglo XVI Maquiavelo había sido el hereje a vencer, en el XVII Hobbes lo sucedería con creces. Ningún autor levantó más ámpula en España. No era para menos: “Hobbes no sólo apartó al Estado de sus bases teológicas, sino que las secularizó”. Para ambos pensadores, la marca distintiva del Estado es su poder coercitivo, pero para Vitoria ese poder tiene por vocación el bien común y la administración de justicia según los principios cristianos. MI VERDAD. - El presidente “López Obrador” es más Tomista que Hobbista.