POR: PEDRO BELMARES O.
El otro día llegue a una conclusión: que no hay amigos duraderos, y los que sí, muchas veces se van de este mundo, pero te dejan huella en tu corazón, lo que hayas vivido o aprendido de ellos eso es los más valioso.
Cuando somos niños, quizás no se sabemos apreciar la amistad, solo juegas o te diviertes con amiguitos, pero habrá un momento que prefieran irse con otros niños y no contigo, y en ese momento entiendes que nunca fue un amigo verdadero y aprendes a estar solo y a jugar solo.
Yo tuve buenos amigos, o quizás creía tener amigos verdaderos, hasta cuando se dan la vuelta no los vuelves a ver.
De niño, tuve un amigo y crecimos casi juntos, nos veíamos en su casa o el en la mía. Pero muchas veces el destino puede ser cruel, el conoció a un niño de la otra cuadra y lo puso en contra de mí, yo iba a su casa, pero jamás me habló, en ese tiempo nos tuvimos que cambiar de casa y nunca lo volví a ver.
Hasta hace poco pasé en el carro y decidí preguntar por él, pudimos platicar, creo que me dijo que tuvo un hijo. Le di mi correo electrónico.
Después me llegó un correo diciéndome que le dio gusto verme y que fui su mejor amigo, quizás lo decía por agradecimiento, para mí él fue mi único amigo de niño.
Esta historia se puede repetir muchas veces y quizás cuando lleguemos a viejos recodar a los amigos verdaderos de nuestra vida.