Torreon, Coah.
Edición:
18-Nov-2024
Año
21
Número:
927
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MI VERDAD / 761


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Por:
Agente 57
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23-10-2020
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POR: AGENTE 57

Arrancamos…. En nuestro país se ha convertido en lugar común la frase de que está desgastado el tejido social. Es la forma académica y diplomática de decir que la violencia nos ha rebasado y que nos hemos vuelto incapaces de convivir y de llevar acabo esfuerzos comunes sin matarnos unos a otros. Digámoslo como es: en México no existe, y nunca ha existido de modo alguno, un pacto social; esto es, un acuerdo de todos con todos para poder vivir, coexistir y desarrollarnos. Un pacto, desde luego, debe ser equitativo, dejar algo para las dos partes, y dado que nuestro país está sustentado en la desigualdad, la existencia del pacto social es sencillamente imposible. No es que el pacto social se haya roto. La terrible realidad de nuestro país es que dicho pacto jamás ha existido, pues nuestra estructura social nunca ha estado pensada en obtener beneficios para todos, sino para unos cuantos. Nunca hemos dejado de ser el país del privilegio, el compadre, el conecte, al amigo, la palanca. En cada etapa de nuestra historia ha sido siempre la represión y nunca el entendimiento, lo que ha mantenido el orden. Si el pacto social se mantiene a través de la represión, no hay pacto en lo absoluto. El pacto social implica esfuerzo comunitario, para lo cual es indispensable que exista la idea de comunidad, un esfuerzo que se lleva acabo si el pacto vale la pena, si es justo y distributivo; si al final, más allá de ricos y pobres, de explotadores y explotados hay beneficios para todos y las bases fundamentale para vivir con dignidad. Vivir en una sociedad es difícil pues implica reprimir la propia libertad y frenarla ahí donde comienza la libertad del otro, pero la razón humana ha comprendido la imposibilidad de vivir sin civilización y comunidad, y es por eso que los humanos hemos buscado diversos sistemas legales y éticos, códigos de conducta y respeto, que nos permitan hacerlo. Eso es el pacto social: los acuerdos de una comunidad para poder vivir en paz. Para el siglo XVI, el panorama político de Europa estaba basado en la teoría del Derecho Divino; esto es, la idea de que Dios, soberano de todo en el mundo es quien depositaba la soberanía en los reyes, que eran por añadidura incuestionables, y la obediencia de los súbditos era por lo tanto un asunto al mismo tiempo político y religioso. Es decir, la religión y lo divino eran el discurso  legitimador en el poder, toda injusticia y desigualdad se explica y justificaban con discursos religiosos. Es importante señalar que desde el inicio mismo de la civilización existió el fenómeno del poder; de hecho, poder, represión, estratificación social y civilización van de la mano. Y también desde el principio, política y religión fueron una misma cosa y el poder siempre estuvo sustentado en discursos religiosos. Esto fue así en Europa y en todo el mundo. La Europa del siglo XVII al XIX, en la que se vive la era de la exploración, la ciencia y los descubrimientos, esa Europa de la Ilustración y la Revolución Industrial, fue el lugar y época de la historia donde los comerciantes y mercaderes, que fueron lentamente evolucionando en banqueros, financieros y capitalistas, se hicieron más ricos, y con el paso del tiempo más poderosos que los propios monarcas. Es en esa Europa en la que se desmoronan los cimientos del derecho divino, donde fueron surgiendo filósofos políticos que construyeron las teorías que sustentaban el nuevo régimen, es decir, el discurso legitimador del nuevo sistema político, el Estado, donde los burgueses fueron poco a poco derribando las coronas, o poniéndolas a su servicio. Ese es el origen de las teorías del pacto social, una serie de ideas y argumentos que explican y justifican de manera racional y lógica el hecho que una gran masa, trabajadora y productora de  riqueza, sea sometida por una pequeña elite aristocrática, no trabajadora pero administradora y propietaria de la riqueza producida, y que esto no sea considerado ni desmedido, ni justo, ni dictatorial, sino fundamento de una sociedad libre. MI VERDAD.- El pacto social es solo un discurso legitimador y es tan ficticio como el Derecho Divino de los reyes, pero como todo discurso, funciona mientras lo crea una buena mayoría y se pueda ejercer algún tipo de represión, justificada moralmente en la teorías del pacto social, sobre las pequeas minorias que no lo crean o no lo respetan.

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