Torreon, Coah.
Edición:
14-Oct-2024
Año
21
Número:
922
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MI VERDAD / 759


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Por:
Agente 57
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11-10-2020
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POR: AGENTE 57

Arrancamos… Los carranclanes. La unión del conservadurismo criollo e hispanizante con el pragmatismo moderno del empresariado en el seno del Estado mexicano es sin duda, hasta hoy, la forma más exitosa de resolver (o tal vez ocultar) su ancestral polaridad. El símbolo político más repugnante de esta singular alianza lo constituye el presidente Gustavo Díaz Ordaz: la matanza de Tlatelolco, el 2 de Octubre de 1968, lo consagró como el más reciente de los héroes de la historia de la derecha “institucional y revolucionaria”. El otro más reciente es Salinas de Gortari. Es una larga historia, que tiene como punto de partida la reacción traicionera que surgió en el seno mismo de los gobiernos emanados de la Revolución mexicana. De Carranza a Calles, llega a configurarse lo que se convertiría en la forma principal de participación de la derecha en el gobierno institucional. Así, al irse sumando la restauración avilacamachista, el pragmatismo desarrollista de Miguel Alemán y la tolerancia ruizcortinista, se va generando un amplio espacio estatal para la derecha. El mismo partido del gobierno, justo cuando cambia su nombre por la etiqueta paradójica que hoy usa (“revolucionario institucional”), inicia una larga fase reaccionaria: el segundo presidente del PRI (después de la gris y fugaz presidencia de Rafael Pascasio Gamboa) es nada menos que el general Sánchez Taboada, quien fuera uno de los asesinos de Emiliano Zapata: formé parte efectivamente de las fuerzas que liquidaron a Zapata – afirmó Sánchez Taboada- y fui de los primeros que vio su cadáver; quiero expresarles que en aquel tiempo él estaba levantado en armas contra el gobierno de la República y fueron los soldados de ésta quienes lo victimaron.  La continuación de estas declaraciones revela la peculiar mentalidad conservadora que se gesta dentro del partido “revolucionario”. Si el más querido y respetado de mis amigos se levantara en armas contra la República y sus instituciones y a mí como soldado se me encomendara la tarea de perseguirlo y exterminarlo, lo haría cumpliendo con mi deber. Sí, vi caer a Zapata; por cierto que tenía unos ojos muy grandes y hermosos… Precisamente la estirpe de políticos que contribuyó a apagar esos ojos grandes y hermosos se expande como una plaga dentro del gobierno y del partido oficial. Existe una línea que une a Sánchez Taboada con Corona del Rosal o Alfonso Martínez Domínguez; los poderes caciquiles de los grandes políticos de la Revolución institucionalizada han sido parteaguas protectores de la derecha provinciana: Gonzalo N. Santos en San Luis Potosí, Leobardo Reynoso en Zacatecas, Javier Muñoz en Nayarit, Ruiz Cortines en Veracruz, y la lista podría alargarse considerablemente con los ricos descendientes de los caudillos del noreste o con los peculiares desprendimientos o excrecencias del sistema como Almazán (1940), Ezequiel Padilla (1946) y Casas Alemán (1956).  Se podrían escribir muchos tomos sobre la relación documentada de la derecha carrancista “revolucionaria”, de sus orígenes a nuestros días. Uno de los hilos conductores de esta historia de la derecha interna es el estigma de la traición  representada en los asesinatos de Colosio y Ruiz Masieu. La derecha institucional ha traicionado, para poder existir y expandirse, sus propios orígenes revolucionarios y populares; también ha traicionado, en cierta manera, a la clase empresarial y obviamente a la tradición católica conservadora. En este sentido, la consolidación de la derecha institucional carrancista es una falsa solución al problema histórico de la derecha: la fusión entre conservadurismo tradicional y liberalismo burgués se ha producido bajo la forma de un pragmatismo que solo pudo desarrollarse gracias a la corrupción, al cinismo y a las practicas represivas; no es una verdadera fusión, por ello hoy en día una gran parte de la derecha  -con aspiraciones a ser independiente- somete a crítica agria y constante a su propio alter ego estatalizado. A su vez la derecha institucional intenta cubrir con el manto de la eficiencia tecnocrática y de la moral administrativa varios decenios de ignominia. Lo peor que podría sucederle –y es posible que así sea- es que su proyecto naufrague por la ineficiencia y la corrupción del propio sistema,  sino al tiempo.   MI VERDAD.- En Coahuila el  ADN de los carranclanes tiene sus causas y consecuencias. N.LD.M.

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