POR: DANIELA CARLOS ORDAZ
Un muro dividió a la ciudad de Berlín durante veintiocho años, un muro divide a México de Estados Unidos, y es un muro, el que fue tema de controversia en pasados días, debido a las manifestaciones de cientos de mujeres que exigían se hiciera justicia en el caso de Jessica González.
Y la pregunta no es, si es o no importante el resguardar un muro que es catalogado como algo con valor histórico, la pregunta es, si importa más un muro que las diez mujeres que son asesinadas diariamente en México.
Da pena, da impotencia y hasta coraje, el ver como se ha normalizado el hecho de que las mujeres sean asesinadas y los actos queden impunes, y a esto señoras y señores, se le llama FEMINICIDIOS, porque ni siquiera eso les parece a muchos. Concuerdo con el hecho de que no solo las mujeres son asesinadas, violadas, ultrajadas y desaparecidas en México, pero sí, son solo las damas, quienes sufren de eso por el único y simple hecho de ser mujeres.
No sólo fue el caso de Jessica en Michoacán, lo que hizo que se aglomeraran cientos de mujeres en el centro de Michoacán; ese mismo día en la capital del estado de Coahuila desapareció Alondra, quien al igual que Jessica, apareció una semana después muerta y con signos de tortura y agresiones. Ese mismo fin de semana en Nayarit, Michelle Aylin de tres años, fue golpeada brutalmente hasta perder la vida y abusada sexualmente supuestamente por su padrastro. ¿Y nos preocupa más un muro con grafiti?
No, no defiendo las agresiones y quienes se valen de las manifestaciones para hacer destrozos, pero si defiendo el derecho de manifestarse de las tantas y tantas mujeres que estamos hartas de salir a la calle con miedo, que cada vez que salimos de la casa vemos hacia los lados por miedo a que aparezca alguien de la nada y nos prive de nuestra libertad; cansadas de los preceptos establecidos por una sociedad machista, que se manifiesta en contra de los feminicidios, pero que cría machos que sobajan a la mujer, y que crían mujeres que ven como normal el pedir permiso para vestir de tal o cual manera, que ven como normal el pedir permiso para salir, que ven como normal el pedir perdón cuando las cosas no salen como la pareja lo pide, y que por tal motivo, ven como normal el recibir un golpe como castigo o represalia, que ven normal el privar de la libertad por tener “derecho” sobre tu cuerpo y sobre tu espacio y tiempo. ¡BASTA! Y no por ser feministas somos enemigas de los hombres, mi hermano es un luchador incansable de los derechos de las mujeres y de todos aquellos que son desvalidos y no pueden hablar por ellos mismos y defender lo que por ley les corresponde. Ser feminista no es demostrarse mejor que los hombres, es hacer justo lo evidente, es hacer equipo, no dividir para ganar, sino ganar para unirse y vencer.
Dejemos atrás esos dogmas que no nos sirven más que para perpetrar un patriarcado que está más que obsoleto.
El gobierno por su parte, da la espalda a esta situación, pasa de largo o hace frente reprimiendo, como la hace la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, enfrentando mujeres contra mujeres. O como lo hace el gobierno federal, haciendo caso omiso y retirando el apoyo a refugios para mujeres y acortando los presupuestos. El diálogo es el principal vehículo para resolver los problemas, pero cuando se frena un grito desesperado de ayuda, de justicia, el diálogo se hace en forma de manifestación.
¡Ni una más! Ni un hogar más donde se llore a una hija, hermana, esposa, novia, amiga y madre. Ni un chantaje más por tu vestimenta, por tu sonrisa, por tu manera de ser. Lo que interpreten los machistas es su problema, no el tuyo. No por ser agradable, eres una fácil, no por ser sexy eres una ofrecida. ¡Eres libre de ser lo que quieras ser! Y tampoco eres menos que nadie, el micro machismo existe, y el que alguien te minimice en el trabajo o en la casa no es normal, tienes tantas o más capacidades que el otro género, que nadie te haga sentirte menos competente.
Jessica era una educadora, que recién empezaba a trabajar, cuando un infame le quitó la vida. Veintiuno años tenía, cuando dejo de ver la luz del día. Alondra salió a ver a un amigo y regresó a los brazos de su familia en una bolsa metida dentro de un bote para ropa. Aylin ni siquiera pudo defenderse, al cuidado de un posible pedófilo que la golpeó hasta que la mató. Y como ellas muchas más. Nayelide dieciocho años en Chiapas tomó un taxi y no la volvieron a ver. Apareció días después a la orilla de una carretera muerta, con signos de violencia y violación. Nohemí la mañana del veinticinco de septiembre fue hallada en su casa violada y asesinada, con un bebé de año y medio.
Y la lista podría seguir, sería interminable, pero cada uno de nosotros desde nuestros espacios, podemos ir marcando la diferencia, para que este grave problema se pudiera erradicar. No es algo sencillo, es un cáncer que ha ido avanzando de manera muy rápida, pero tenemos esperanza de que por lo menos no siga avanzando.
¡Nos queremos UNIDAS, pero, sobre todo, nos QUEREMOS VIVAS!
Y para qué son las alas, sino más que para volar…