Torreon, Coah.
Edición:
18-Nov-2024
Año
21
Número:
927
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NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES / 756


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Por:
Sin Censura
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20-09-2020
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Edición:

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POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.

Son muchos los dichos o refranes que ilustran la presunta incapacidad de las mujeres para conformar organizaciones que, desde la diversidad, construyan caminos que aglutinen las diferentes expresiones de su inconformidad. La historia muestra, sin embargo, la gran capacidad de las mujeres para organizarse y aglutinar las diferentes demandas que, diversas en sus aspectos superficiales son, sin embargo, expresiones diversas de una misma circunstancia de opresión y oprobio.

A final de cuentas, las luchas feministas enfrentan dificultades muy similares a las que encuentra cualesquier otro grupo o clase social que se sienta agraviado, ya sea por otro sector en particular, o por la estructura social en general. La necesidad de combatir la desventajosa circunstancia en la que se encuentran, obliga a buscar la integración y organización de quienes comparten la misma situación y de buscar el apoyo de quienes, sin sufrir la misma circunstancia, están tan cercanos que deciden incorporarse a la lucha.

La mujer como sector de la nuestra sociedad, ha sido históricamente subordinada a los intereses y formas de organización social patriarcales. Sus intereses o necesidades han sido, por lo menos, invisibilizadas por una estructura social que ha hecho de la masculinidad un privilegio,un orden social que desprecia lo femenino, incapaz de integrar de forma armónica los diferentes intereses de género y de clase. Unos y otras menos, unos y otras más, somos el resultado de un larguísimo proceso de diferenciación/jerarquización de género y clase que es necesario cambiar ya.

Por lo menos sus bases. Eso de que las mujeres son inferiores o necesitadas de la protección masculina es algo insostenible desde hace ya, bastantes años. Lo que sigue ahora es un espacio de reflexión conjunta, en el que se escuchen las voces usualmente acalladas, acerca del mundo que se quiere construir. Para ello hay que crear nuevos lugares de interlocución. Los espacios construidos como públicos, en los que, teóricamente, todos podemos participar han exhibido su carácter clasista y machista. Ni los ayuntamientos ni los congresos, estatales o federal, son espacios en los que las mujeres o las clases populares se sientan representadas.

Hace ya tiempo que los medios de comunicación mostraron sus límites a la hora de reflejar los intereses de los diversos sectores que constituyen nuestra sociedad, particularmente los que tienen que ver con las clases sociales subordinadas y, en general, con las mujeres. Por eso la toma de las calles y de algunos edificios desde los cuales despachan dependencias que, presuntamente, fueron diseñadas para atender los reclamos de todos. El tomar las oficinas de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos pretende, justamente, llamar la atención sobre una situación de violencia feminicida que ya es insostenible.

Dos movimientos que nacieron diferentes convergieron en su exigencia de que la CNDH asuma que los derechos humanos son de todos, pero también de todas. Y que, por tanto, su obligación es la defensa de esos derechos independientemente del género de las personas afectadas. Por un lado, el movimiento feminista anarquista, por el otro lado, el movimiento de familiares de desaparecidos, ambos expresan la circunstancia de violencia que padecemos en este país. Los dos movimientos exigiendo el funcionamiento cabal de las instituciones o, en su defecto, su transformación. Esto implica, necesariamente, asumir que el país ya no es el que era en aquél momento en el que nacieron dependencias como la CNDH.

Parece que este país seguirá cambiando a fuerza de movimientos sociales diversos que, como en el caso de los dos que mencionamos, tendrán sus encuentros y sus desencuentros, sus confluencias y divergencias como sucede con todos los movimientos.

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