POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.
Fundada en junio de 1990 la Comisión Nacional de Derechos Humanos como organismo desconcentrado de la Secretaría de Gobernación, la CNDH ha transitado de una oficina gubernamental a una entidad autónoma (con las limitaciones de lo que eso significa en México) teniendo a cargo la responsabilidad de defender los derechos humanos de los ciudadanos mexicanos, cuando estos son violentados por el Estado. Es un mecanismo para defenderse, específicamente, del Estado Mexicano.
Nace como parte del proyecto modernizador del salinismo, con la visión puesta en el individuo que, a partir de los años 80, se convierte en el centro de la vida política del país, desplazando a la sociedad. Los derechos más importantes son, a partir de entonces, los de los individuos y, no ya, los sociales. Era parte de nuestra puesta al día con la modernidad. Un gran avance, sin duda. Una gran mutación también. Sin que en el nombre apareciera el sesgo del género, en sus prácticas pareciera que, o solo a los hombres les violan sus derechos humanos, o solo los hombres cuentan con esos derechos. Por lo menos esa es la apreciación de las mujeres que, desde el viernes, decidieron tomar posesión del inmueble que alberga a la CNDH.
Esas mujeres opinan que la existencia de la citada Comisión nada les resuelve en cuanto a la defensa de sus derechos humanos. Por eso han decidido transformar el inmueble en un refugio para familiares de víctimas de violencia feminicida.
Lo que empezó como una protesta movida más por la desesperación y la indignación, se ha transformado en un espacio más para mostrar que las instituciones construidas durante muchos años en nuestro país, son instituciones con un claro sesgo machista. En el caso de la CNDH, denuncian, se trata de una institución que defiende los derechos humanos cuando las víctimas son hombres. Cuando las afectadas son mujeres no se muestra el mismo interés en actuar, acusan.
Los símbolos que caracterizan esta toma de las oficinas son eminentemente antipatriarcales, exhibiendo una total falta de identidad con los valores patrios tradicionales pues, como ellas dicen, no se sienten representadas por la versión oficial de la historia nacional. Se juntaron dos causas, la de mujeres que ya no podían vivir en su lugar de origen por las amenazas recibidas y las mujeres que, con una visión anarquista, consideran que ha llegado la hora de nivelar un piso bastante disparejo para las mujeres.
Lo que resalta, a final de cuentas, es la incapacidad de la institución para dar salida satisfactoria a las demandas de mujeres que, sin embargo, no han recibido respuesta, pese a que durante días siguieron el protocolo burocrático de la Comisión para que se atendieran sus demandas. En realidad, no es culpa de la titular, Rosario Ibarra, ni siquiera de quien la puso ahí. La cuestión es que el mundo cambió o, está en eso, cambiando, y ni el presidente ni su equipo se dan cuenta. Ya hay otra percepción de la realidad, otra perspectiva, no “otros datos”.
Ciertamente es una mirada diferente, minoritaria pero creciente, cada vez más potente. AMLO suele ser un maestro en el uso de los simbolismos en la política, sin embargo, no parece interpretar correctamente la simbología de este movimiento y, en general, de los movimientos feministas. Ellas exhibieron de cabeza los cuadros con las imágenes de Hidalgo, Morelos y Benito Juárez “porque todo está de cabeza en este país”. Si no entendemos eso, no entenderemos que la responsabilidad de esa institución es o debiera ser la defensa de los derechos humanos de las mexicanas y los mexicanos.