POR: REDACCIÓN
Torreón, Coahuila.-
Se trata de una situación inédita para todos los involucrados: alumnos, maestros y padres de familia se enfrentan a una encrucijada sin parangón en la historia: derivado de la suspensión de actividades por la aparición del COVID-19, poco mas de 30 millones de alumnos en México toman sus clases en casa por medio de la televisión u otros sistemas tecnológicos como tabletas, computadoras o teléfonos inteligentes.
Como consecuencia del cierre de escuelas públicas y privadas en todos los niveles, ha quedado en evidencia una profunda desigualdad social en la que no todos los niños y adolescentes en edad escolar cuentan con las mismas oportunidades ni las condiciones idóneas para educarse en casa. Si no se cuenta con una tableta, teléfono inteligente o computadora, el gobierno federal ha puesto a disposición de los estudiantes canales de televisión abierta para seguir con su educación, pero, por increíble que parezca, en México hay millones de hogares donde no se cuenta con televisión digital, y en otros que si la hay, tiene que dividirse entre dos, tres y hasta cuatro integrantes de la familia en edad escolar.
El reto es enorme en todos los sentidos, pero especialmente en dos rubros: el pedagógico y el económico, pues por un lado el modelo a educativo a distancia genera grandes dudas y se encuentra en fase de prueba y error, es decir, se puso en marcha sin previamente haberse ensayado, mientras que por otro los padres de familia se endeudan para comprar equipos como computadoras o tabletas, contratan servicios de internet, o tratan de adquirir una pantalla extra recurriendo al endeudamiento familiar, todo, para que sus hijos se sigan educando.
SIN INTERNET, SIN TABLETA, SIN TELÉFONO INTELIGENTE
Entrevistada por Sin Censura, Janeth, maestra de 29 años en la asignatura de español a nivel secundaria, reconoce que el modelo educativo está funcionando a duras penas. De entrada, afirma, “se nota una apatía en los alumnos, no en todos, pero si un número considerable que no trabaja, y eso está afectando bastante, porque saben que en el ciclo anterior, aunque no trabajaron, al final tuvimos que pasarlos a todos”.
A lo anterior, hay que añadirle que no todos sus alumnos tienen acceso a internet, pues la escuela en la que labora se encuentra en una zona rural, donde conectarse a la web a veces es una tarea imposible, así que algunos de sus alumnos “tienen que buscarle, subirse a una lomita, algún lugar alto donde puedan tener señal, a veces pasa toda la semana y nos dicen: maestra, no tuve internet en toda la semana”.
Además, añade, “la gran mayoría de las familias no tienen un contrato de internet fijo porque no tienen para pagar el servicio o simplemente porque la cobertura no llega a sus comunidades, entonces, tienen acceso a internet por medio de recargas y están gastando demasiado dinero en eso para familias que tienen otras prioridades, y son cosas que los gobiernos no se ponen a ver y no trabajan en eso, en darle una solución para que los alumnos tengan acceso a la educación en el modelo que estamos trabajando ahorita”.
El acceso a internet no es el único problema al que se enfrentan muchos alumnos. Para conocer la realidad a la que se enfrentaban, Janeth y sus compañeros diseñaron una encuesta que les aplicaron a sus alumnos al comienzo del ciclo escolar, con resultados realmente preocupantes: “ahí fue donde nos dimos cuenta que el internet era nada mas uno de los problemas, porque la mayoría nos contestó que no cuentan con una tableta en sus casas, que no tienen computadora y lo hacen todo por medio del celular, lo cual nos complica mucho el trabajo, porque, por ejemplo, si compartimos un video es posible que no sea compatible con el aparato que tiene el estudiante, nos pasa muy seguido, y es difícil trabajar así”.
Y eso es con los estudiantes que tienen acceso, por lo menos, a un teléfono celular inteligente: “en la encuesta también encontramos que, aproximadamente, el 30 por ciento de nuestros alumnos no tienen ni siquiera acceso a un celular para recibir los trabajos, así que tuvimos que diseñar un cuadernillo en el que se les explica el tema, se les ponen actividades y esos los van a distribuir entre profesores y directivos de la escuela para que los muchachos sigan estudiando, y en la medida de lo posible hacer una retroalimentación. Como sea –afirma-, pero no se van a quedar sin aprender”.
Entonces, ¿el modelo educativo a distancia funciona o no? Le preguntamos. Lo piensa un momento y responde: “yo creo que puede funcionar, depende mucho de los maestros, que somos quienes estamos al frente de, pero también creo que hay muchas limitantes, porque no nada más los alumnos no tienen acceso, también hay maestros que no tienen internet o la preparación para usar tecnologías de la información. Además, se requiere de creatividad, imaginación y disposición para poder lograr el objetivo, que si bien es complicado alcanzar los aprendizajes al cien por ciento con este modelo, hacerlo lo mejor posible y que no quede por parte de nosotros, los maestros”, concluyó.