POR: AGENTE 57
ARRANCAMOS… ¿PARA QUE SIRVE EL ESTADO? Es la pregunta crucial. Todas las organizaciones sociales responden con facilidad a un para qué, a un cómo, a un por qué. Si hablamos de la familia, fuerza es decir que se trata de la célula básica de la sociedad, integrada por individuos, que tiene como fin no sólo perpetuar la especie sino, de algún modo, proporcionar los beneficios de la compañía a nivel humano y de forjar hombres en el más amplio sentido del término. Resalta desde luego, la formación de los hombres, en sentido genérico, como sujetos de bien. Es en la familia donde se sientan las bases de un comportamiento social ortodoxo. Es ahí donde se define la conducta social de los individuos. Su función consiste, pues, no sólo en perpetuar la especie, sino en asegurar que los individuos que de ella salgan, lo hagan debidamente formados.
Es la filosofía la que nos enseña la dignidad del hombre; es la que se encarga de decirnos que el bien común, aparece como un medio para la realización del fin propio lo que, de otra manera, nos indica que el bien común es secundario y que interesa, por encima de todas las cosas, el fin propio, el trascendente, el propio de cada hombre, aunque el bien común sea superior al bien individual. Al margen de las definiciones clásicas, la filosofía no es otra cosa que un permanente reflexionar de las cosas. Esta reflexión surge de la admiración, del asombro o de la sorpresa frente a tres realidades : el mundo, Dios y el yo, que están perfectamente interrelacionados. Así el hombre reflexiona con base a sus conocimientos de la Revelación. Al nivel del conocimiento natural, el hombre se asombra de que las cosas o realidades en torno a las cuales ha de reflexionar, está, desde luego, el Estado. Así, con base en la razón, que es el criterio de la filosofía, porque su norma es la verdad, el hombre ha de cuestionarse siempre si el Estado cumple o no con su función. Lo pasado pertenece a la historia; lo futuro es sólo promesa. Interesa, pues, el presente, con todo su dramatismo, con toda su fuerza y, a veces, con toda su brutalidad. Papini, destacado escritor italiano famoso a principios de este siglo, inventa un diálogo, mejor, un monólogo con Adolfo Hitler, dictador de Alemania, y pone en sus labios palabras y pensamientos que revelan cómo el hombre que acumulaba poder puede llegar a expresar ideas tan aniquilantes en contra del ser humano, en contra del hombre, y justificar todos los abusos del Estado. El jefe de Estado, tan propenso a convertirse en dictador, siempre tiende a considerar que el hombre no es digno de ser tomado en cuenta. Lo someterá por la fuerza al pensar que, por egoísta y feroz, sólo entiende el lenguaje de la fuerza. Llegara el momento en que, confundido con el Estado mismo, pueda exclamar la absolutista frase de Luis XIV: “ El Derecho Soy Yo”. (más tarde, siglos después, un mexicano, José López Portillo, habría de superar el pensamiento en sentido negativo, para decir: “El Derecho Soy Yo”.) el Estado tiene, pues, una función, una misión que cumplir. Y ha de llevarla a cabo respetando la libertad de que está dotado el individuo. Si no lo hace, nada impedirá afirmar que el Estado ha fracasado.
MI VERDAD.- ¿Será ésta la realidad mexicana? Es probable que sí… N.L.D.M.