Torreon, Coah.
Edición:
29-Abr-2024
Año
21
Número:
902
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UN LUGAR PARA LAS MASAS / 751


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Por:
Sin Censura
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11-07-2020
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Edición:

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POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.

En el texto de Ricardo Pozas, del que he tomado el título para esta colaboración, se habla de cómo el arribo de nuestra nación a la modernidad se puede ilustrar con aquellos momentos en que “las masas” invaden un espacio físico tan importante como es el zócalo capitalino, si bien al principio solamente lo hacen casi, casi en calidad de rebaño. En esos momentos la ocupación es solo física, son solo cuerpos cuya presencia masiva en la plaza más grande del país muestra el poder que el Estado mexicano ejerce sobre la población trabajadora, siempre a través de las organizaciones corporativas que desde los años treinta se fueron consolidando.

La participación masiva de trabajadores, campesinos y empleados públicos en aquellos eventos eran la muestra de una gran fuerza política, pero de sus movilizadores, no de los movilizados. Ciertamente, había excepciones. Los ferrocarrileros, los maestros, hasta los médicos se movilizaban no solamente sin permiso oficial sino contra el gobierno. Pero eso de casi llenar el zócalo, solamente el partido oficial que, con recursos públicos, tenía la capacidad para movilizar a decenas de miles de trabajadores. Hasta que llegó el ’68, y entonces la juventud apareció como actor social y político bajo el formato de estudiantes universitarios.

Las masas empezaron a apropiarse del zócalo y a enarbolar sus propias banderas de lucha. Empezaron a tomar la palabra, se apropiaron de la calle y aprendieron a construir las condiciones para la interlocución, a forzar al Estado a escucharles y responderles, aunque la mayoría de las veces la respuesta hubiera sido violenta. Para un Estado surgido de una revolución el miedo a las masas es producto de la experiencia. Saben qué si la gente se moviliza puede aprender a actuar sin permiso, a tomar decisiones, a organizarse. Eso también lo saben los pequeños y grandes caciques de los pueblos y de las organizaciones o instituciones que alguna vez se formaron para servir a la gente.

Por eso el Estado en su versión más sofisticada, con sus aparatos de gobierno (sobre todo de educación y de represión), trabaja permanentemente en la solución (más aparente que verdadera) de los problemas sociales mediante la gestión de los mismos, de manera que se inhiba la necesidad de la gente de participar en su solución y, cuando esto falla, hace uso de la represión para evitar que la gente descubra su capacidad de auto organización, de gestión, de solución de problemas. Era la versión mexicana del Estado benefactor surgido en la postguerra, una vez que se impone la propuesta de Keynes sobre la de Hayek para la gestión del capitalismo.

Sin embargo, para los años 70’s el modelo de Estado benefactor entraba en la crisis tan largamente esperada por Hayek. Las masas de trabajadores y campesinos, los principales damnificados, tomaban el lugar que se les había negado en el espacio público, un lugar marginal, ciertamente, pero desde el cuál hacían resistencia ante la estrategia de hacerles pagar el costo de una crisis que ellos no habían provocado. Al final de esa década el capital se imponía y el régimen neoliberal iniciaba un reinado que parecía eterno y, sin embargo, ahora se encuentra en una fase que muchos consideran terminal lo cual abre, nuevamente, una posibilidad para las masas.

Hoy, Aguilar Camín afirma que AMLO tiene perdida absolutamente la relación con el “círculo rojo” (los intelectuales, comentaristas, etc.), y que estos se encargarán de convencer al “círculo verde”, los votantes, para desbarrancar la 4T. Ese es el rol que los neoliberales asumen como “natural” para las masas, callar y obedecer.

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