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Edición:
14-Oct-2024
Año
21
Número:
922
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La ciencia es política / 747


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Por:
Sin Censura
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13-06-2020
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POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.

Para caracterizar el quehacer científico es importante saber quién, cómo, sobre qué y para beneficio de quién lo hace y entonces se verá que ahí se cruzan los diferentes intereses que conforman nuestra sociedad, y estos son de clase, de raza y, por supuesto, de género. Si la sociedad no es homogénea, sus quehaceres tampoco lo son.

“Todos los hombres, por naturaleza, desean saber” decía Aristóteles hace más de dos mil años. Era cierto y lo sigue siendo. Para apropiarse del mundo el ser humano necesita conocerlo, y para ello necesita conocerse. Por eso el amor a los sentidos, decía el filósofo, por eso son el punto de partida del conocimiento que, sin embargo, requiere del lenguaje y de la lógica para que lo que se llame discernimiento tenga una efectiva coincidencia con el mundo real.

Pero también dijo Aristóteles que “el hombre es un ser social por naturaleza”, que no puede vivir sin los demás y que, por tanto, su existencia es necesariamente coexistencia. De manera que cuando pensamos en el ser humano como alguien que no puede vivir sin la búsqueda incesante de conocimiento y, al mismo tiempo, incapaz de vivir sin los demás, concluimos que el ser humano está condenado a vivir en sociedad, en permanente discusción con los otros para trazar la ruta que debe seguir la colectividad a la que pertenece.

Por eso es que la búsqueda de conocimientos es un espacio en disputa, pues no todos quieren que sepamos todo. El orden social, cualquiera que este sea, necesita que los integrantes de esa sociedad sepan muchas cosas…y que ignoren otras. Quizá por eso hay grupos interesados en que sus hijos no adquieran conocimientos “que sean contrarios a sus convicciones éticas, morales o religiosas” según reza la reforma a la ley local de Educación aprobada el pasado 29 de mayo en Aguascalientes.

Una reforma similar se discute en los congresos de Chihuahua y Querétaro, según denuncia Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la secretaría de Gobernación, quién nos recuerda que eso violenta lo establecido en el artículo tercero de nuestra Constitución en el que se establece que la educación estará basada en los resultados del progreso científico.

De modo que la ciencia no es algo que todos busquemos, ni tampoco es algo cuyos resultados valoremos todos, puesto que tiende a cuestionar nuestros prejuicios y a mostrar la falsedad de muchas de nuestras creencias. El espíritu científico y la búsqueda de la verdad no son fines que todos persigamos y, por eso, no todos nos comprometemos con la formación científica de nuestra niñez.

Las reformas que se mencionan, en realidad, lo que persiguen es regresar a una etapa que se creía ya superada de nuestra historia porque buscan boicotear una educación que luche contra “contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios”. La contradicción entre esas dos características del ser humano, su búsqueda de conocimiento y su ser social, no podrán resolverse sino en la sociedad misma, algo que, en principio, ya está resuelto en la nuestra y que, por eso, forma parte de la ley fundamental de nuestro país.

A final de cuentas, lo que esta disputa demuestra es que hay ideas diferentes de país y que el conocimiento científico es parte de lo que se disputa, o por lo menos el papel que pueda jugar en la definición de los grandes temas nacionales. Por eso decimos que la ciencia no es ni puede ser neutra, sirve a unos intereses y lastima otros. Por eso es política.

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