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Edición:
14-Oct-2024
Año
21
Número:
922
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DEL QUÉDATE EN CASA AL QUÉDATE SIN COMER / 740


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Por:
EduardoGranados
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26-04-2020
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Edición:

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POR: EDUARDO GRANADOS PALMA

Analista internacional en

Seguridad Pública, Inteligencia y Defensa.

www.grapesa.com

 

Quédate en casa, quédate en casa, quédate en casa. Son las palabras institucionales no solo en México sino en todo el mundo para enfrentar la ola de contagios por el COVID-19. Sal solo a lo indispensable, como a comprar despensa y de regreso. Como si todos tuviéramos un fondo de dinero en casa del cual estar tomando periódicamente para subsistir. No, la verdad no. La mayoría de la gente vivimos prácticamente al día. Y de donde vamos a tomar dinero para sacar adelante a nuestras familias sin salir a trabajar. Los programas sociales suenan tan lejanos e inalcanzables, los créditos tan anunciados públicamente están condicionados a una normatividad burocrática y cada vez tengo más conocidos que ya no saben qué hacer, que ya no tienen dinero, que ya no tienen trabajo, que ya no tienen a quien pedirle prestado. El aislamiento general decretado por los gobiernos resultará en millones y millones de desempleados. Ocasionará una de las peores crisis económicas y humanas en la historia de nuestro país afectando como siempre a los más necesitados y a los que menos tienen. El aislamiento general es la fuerza económica más devastadora en la historia moderna y está hecha por el hombre. Acaba de manera inmediata con la precaria prosperidad de los grupos más necesitados, mata a muchos, crea más criminales, pone en riesgo a mujeres y niños en hogares violentos y genera profunda angustia, depresión y suicidio. En medio de la crisis económica por el coronavirus, los extranjeros han comenzado a sacar sus inversiones del país y el barril de petróleo al cual nuestras autoridades apostaron los futuros del presupuesto económico en 49 dólares, está a menos de un dólar por barril. Las preguntas que hay que hacerse son elementales y creo que no hace falta tener doctorados en economía para responderlas, ni las responderán de una manera diferente quienes sean de derechas o de izquierdas, ni quienes sean ricos o pobres: ¿Cuánto pueden aguantar las microempresas, las pequeñas y medianas empresas o los autónomos cuando dejan de recibir ingresos durante cuatro semanas o más porque se paraliza su actividad para evitar la propagación del virus, o incluso las empresas más grandes? ¿Qué pasará si una buena parte de esos millones de trabajadores que emplean dejan de recibir sus salarios? No basta con que esas ayudas sean parciales. Deben llegar a la totalidad de las empresas, trabajadores y familias que se quedan sin ingresos y de la manera más rápida. Para aliviar el peso de la deuda que haya que echarse encima a causa de la epidemia, también será necesario actuar en la línea anunciada por el gobierno, aunque complementando sus medidas: paralizando el pago de luz, agua y alquileres para quienes vean reducidos sus ingresos, tarjetas de crédito y otros gastos, quizá obligando a prorratear en el resto del contrato las cantidades postergadas, y, como se ha negado rotundamente, el de los impuestos y, por supuesto, tratando de recuperar en la mayor medida de lo posible y cuanto antes la ayuda que ahora se preste. El gobierno debe tomar la decisión de proporcionar esta garantía de ingresos a empresas y familias inmediatamente y, lo que es muy importante, comunicar cuanto antes a la sociedad que va a hacerlo, para que cunda la tranquilidad y se pueda aguantar el tiempo que haga falta con la seguridad de que habrá compensación suficiente. Otros países con menos fortaleza económica que nosotros lo están haciendo y cada día que pase sin tomar esa decisión es un paso que damos hacia el abismo. Hace 10 años anticipé lo que ahora está sucediendo no como una predicción sino producto de un profundo análisis geopolítico y así inicie los primeros párrafos de mi libro “La Guerra Que Viene” (editorial Panorama, Mexico 2010). No soy ningún fatalista como tampoco ningún improvisado en la materia. Se corre un grave riesgo de inestabilidad social derivada de la profunda recesión económica que se avecina y más aún, anticipo una desobediencia civil a las medidas de contención impuestas por la autoridad pues no es ningún secreto a voces que un amplio margen de la sociedad duda de la gravedad del virus, y en muchas ciudades se está incrementando la circulación de la población que se había quedado en su casa. Hoy vuelvo a anunciar públicamente mi total convicción de que no vamos a regresar a clases este 1 de junio, y que tampoco la gente va a aguantar quedarse en sus casas durante toda la cuarentena. Habrá desobediencia civil, habrá saqueos, y habrá muertos, muchos muertos y no necesariamente infectados por el coronavirus. Al tiempo...

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