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Edición:
18-Nov-2024
Año
21
Número:
927
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Humanismo… ¿Hoy? / 739


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Por:
Sin Censura
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19-04-2020
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POR: M.ED. DANIELA CARLOS ORDAZ

“Siendo una práctica, estrictamente humana, jamás pude entender la educación como una experiencia fría, sin alma, en la cual, los sentimientos y las emociones, los deseos, los sueños, debieran ser reprimidos, por una especie de dictadura racionalista.”

-Paulo Freire.

Vivimos momentos difíciles, para unos más, que para otros. La imposibilidad de estar de cerca con las personas que solíamos frecuentar, amigos, familiares, seres queridos; nos ha sumido en un abismo de desolación.

Aunado a ello, está la situación financiera, que ha puesto de manifiesto la poca capacidad económica que se tiene en nuestro país para poder sobre llevar este tipo de catástrofes.

Y entre todo este entramado, están aquellos que solo pueden ser observadores de una situación que aunque les es ajena, indirectamente están inmersos en ella: los niños.

Mucho se ha dicho acerca de si se va perder el ciclo escolar, o si se trabajará durante las vacaciones de verano.

Creo que más por preocuparnos de cómo se va a trabajar, sería bueno ver qué les estamos proporcionando en casa durante su estancia en casa.

Estos momentos que pasan con papá y mamá, serán aprendizajes y recuerdos que se quedarán por siempre. ¿Se han puesto a pensar qué tipo de aprendizajes tuvimos de pequeños? Lo más significativo que llegue a nuestra mente, les aseguro, que no será la raíz cuadrada de trescientos veintiuno. Serán aquellos recuerdos que nos causaron sensaciones, emociones; aquello que dejó huella en nuestra vida. Así de importante es lo que están aprendiendo.

Y aunque las redes sociales nos permiten estar con contacto con otras personas, realizar los trabajos y tareas, hasta compras de comida o de mercado, o algún otro producto; jamás será lo mismo, que tener contacto físico.

Nos quejábamos tanto de una sociedad sin valores, sin educación, y el momento de hacerlo ha llegado. Más que valores exponenciales, valores familiares, son los que necesitan nuestros niños. Más que la clasificación de las plantas, el cómo cultivar, cuidar y recolectar los frutos, es algo imprescindible. Nos dimos cuenta que tener en casa una planta con cilantro o con tomates, es más efectivo que salir al súper a comprar un kilo.

El componer las cosas y pegar lo que está roto, es más sencillo que salir a comprar algo nuevo. La reconstrucción del tejido familiar, es una utopía, que quizás, después de esta situación pueda llegar a vislumbrarse, o por lo menos, a dar señales de vida. El ayudar a otros, ser pacientes, tolerantes, empatices, etc., son acciones que nos permitirán avanzar como sociedad, independientemente de los conocimientos académicos que de una u otra forma se verán.

El tiempo y el amor que les das a tus hijos, son algo invaluable que no olvidarán y que ellos mismos perpetuaran en las siguientes generaciones, porque lo que toca el alma, jamás se olvida. Porque aunque estemos todos en casa, conviviendo las veinticuatro horas del día, eso no significa que dediquemos tiempo de calidad a su construcción emocional, cognoscitiva y espiritual.

Y hablando de ello, espero que nuestras autoridades educativas, tengan muy en cuenta, que después de este periodo de aislamiento, los niños (y también los adultos), necesitarán un tiempo considerable para jugar, para convivir, para reír, gritar, abrazar y valorar todo lo que afuera les espera.

Esta pandemia nos enseñó que los muros no nos dividen, lo que nos separa es nuestro orgullo, nuestra mezquindad y nuestra incompetencia para entender que solo tenemos un mundo para habitar, una vida por vivir y un corazón que dar.

Y que todos, absolutamente todos los seres humanos, somos vulnerables ante la naturaleza y lo que proviene de ella.

Vino a mi mente una canción, del cantautor Roberto Carlos, que nos enseña que por más que estemos separados unos de otros, necesitamos de alguien que nos aliente a seguir adelante o a quien nosotros podamos alentar.

 

“Yo solo quiero mirar los campos,

Yo solo quiero cantar mi canto,

Pero no quiero cantar solito,

Yo quiero un coro de pajaritos.

 

Quiero llevar este canto amigo,

A quien lo pudiera necesitar.

Yo quiero tener un millón de amigos

Y así más fuerte poder cantar.”

 

Y para qué son las alas, sino más que para volar…

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