POR: FERNANDO RANGEL DE LEÓN
De las tres grandes transformaciones, la única que no tiene fecha de celebración, es la Reforma; pues la Independencia tiene el 16 de septiembre, y la Revolución el 20 de noviembre; por eso el 21 de marzo, aniversario del natalicio de Benito Juárez, es la ocasión para recordarla.
La Reforma, llamada así porque reformó al Estado mexicano, modernizándolo, abarca la Constitución de 1857, las Leyes de Reforma y la Guerra de Reforma o de Tres Años de 1859 a 1861, la Intervención Francesa de1862 (La Batalla de Puebla) a 1867; y el Triunfo de la República en este último año, con el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo, Tomas Mejía y Miguel Miramón, en el Cerro de las Campanas, en Querétaro.
Con la Reforma se suprimió el estado feudal, oscurantista, clerical e intolerante, que había nacido en 1821 con la consumación de la Independencia, en el que la Iglesia Católica monopolizaba la conciencia de los individuos, la ideología del pueblo, la propiedad de los bienes de la nación y las instituciones públicas; lo que impedía el progreso de la nación, en todos los órdenes de la vida particular y pública; por lo que la separación de la Iglesia y el Estado, hizo de México un estado moderno.
Benito Pablo Juárez García, nacido el 21 de marzo de 1806, en San Pablo Guelatao, Oaxaca, y muerto el 18 de julio de 1872 en Palacio Nacional, no fue el único prócer de la Reforma; pues a su lado hubo liberales igual o más capaces que él, como Melchor Ocampo, Ignacio Ramírez “El Nigromante”, y otros; pero Juárez fue el político más hábil que supo encabezarlos; gracias a su admirable paciencia, férrea voluntad y firme carácter, forjados primero como pastor de ovejas, luego como huérfano a la edad de 3 años, después como perseguido, preso político y víctima de toda clase de infortunios que en lugar de desmoralizarlo elevaron su espíritu, y finalmente hacerlo el paladín de la Reforma.
El Benemérito de las Américas, a 214 años de su natalicio, debe seguir siendo el guía de la austeridad, la no corrupción, la honestidad y honradez, la superación personal y la eficiencia de gobernantes y gobernados, para seguir transformando el México de hoy, así como él lo hizo en la etapa histórica que le tocó vivir, a pesar de que fue un indio zapoteca puro que aprendió español a los 12 años de edad.
La frase “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.”, que es la base de los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos, ha hecho de México un ejemplar país pacifista en el concierto de las naciones.