POR: REDACCIÓN
Torreón, Coahuila.-
Todavía no pasaban el shock y la conmoción por el terrible asesinato de Ingrid Escamilla, quien fue desollada por su pareja y sus órganos extirpados y tirados al drenaje, cuando la realidad que tristemente se vive en nuestro país nos golpeó otra vez sin piedad en la cara: Fátima, de apenas 7 años, fue abusada sexualmente y su pequeño cuerpo sin vida abandonado en una bolsa de plástico.
Casi al mismo tiempo, en Zihuateutla, Puebla, una menor de 14 años murió degollada al interior de su domicilio, mientras en Saltillo se reportaba el secuestro y posterior fallecimiento de una pequeña de apenas siete meses. En Monclova, un hombre de 60 años mató a golpes con un bate a su esposa de 63 años y ocultó su cadáver durante un mes en su propia casa.
El cuadro es estremecedor, pero refleja una realidad en la que vivimos todos los días: la violencia feminicida, que ya no conoce de edades ni de condición social, que parece interminable y sin fin, que parece rebasarnos a todos, que nos duele y nos ofende, pero que ahí sigue, creciendo, expandiéndose como un doloroso cáncer al que todos dicen combatir, pero que nadie ha podido detener.
Y es que el feminicidio en México no hace más que crecer, es el pináculo de un terrible fenómeno que a diario viven cientos de miles de mujeres a lo largo y ancho de nuestro país: la violencia por el simple hecho de nacer mujer. Las cifras así lo demuestran: en 2015 se registraron 411 casos de feminicidio; 602 en 2016; 741 en 2017; 891 en 2018; y 976 en 2019, de acuerdo con datos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.
Los números son escalofriantes, y han despertado, con toda razón, la indagación en quienes se sienten amenazadas por el simple hecho de ser mujeres, y por ello han decidido tomar el camino de la protesta para exigir que se garanticen sus derechos fundamentales, sobre todo, el derecho a la vida, que en nuestro país no les garantiza nada ni nadie.
Porque si bien es cierto que la gran mayoría de las legislaturas estatales, entre ellas la de Coahuila, tienen tipificado el delito de feminicidio, hay una realidad que impera en el sistema de justicia que sigue lacerando a las mujeres: la impunidad. De acuerdo con cifras de la Red de Mujeres de La Laguna, más del 90% de los casos de violencia contra las mujeres, contando feminicidios, quedan sin castigo, lo que manda un mensaje terrible: se puede atentar contra la integridad física, incluso la vida de una niña, de una joven, de una mujer adulta o mayor, y no hay que temer al castigo, porque no lo habrá.
De tal forma, que la cultura de la impunidad genera un círculo vicioso que alimenta al monstruo de la violencia, que nadie ha podido parar, pues queda muy claro que no existe una estrategia integral que aborde el fenómeno como es: un problema social y de salud pública. Los gobernantes se limitan a mandar iniciativas para aumentar las penas en contra de quienes lastimen o asesinen mujeres, muy bien, pero falta más, mucho más.
El error estriba en que se pretende que las medidas punitivas, en concreto la de pasar muchos años en la cárcel, sean un disuasivo para quienes violentan o asesinan mujeres. Pero sabemos que eso no ha sido suficiente, que no es suficiente. Principalmente, como ya se mencionó, debido a la enorme impunidad en que quedan la mayoría de los delitos en México, incluyendo los feminicidios.
La estrategia tiene que ir encaminada en educar, en reeducar, en inculcar que una vida, sin distinción de género, es valiosa y única, que debe respetarse y cuidarse, al tratarse de un derecho fundamental de cualquier ser humano, sea hombre o mujer. Se trata de una tarea que debe realizarse de manera conjunta, no puede ser un esfuerzo aislado ni tampoco una tarea única del gobierno en turno, pues las raíces del problema van más allá de un sexenio, pues si bien es cierto que debemos exigir que el estado nos brinde seguridad, también es necesario recalcar que quienes replican la violencia cuando son adultos es porque vivieron violencia dentro del hogar cuando fueron niños. Romper ese círculo vicioso es imprescindible, de lo contrario, podrán seguir aumentando las penas de cárcel, podrán destinar más presupuesto a la seguridad, podrán seguir pronunciándose discursos y más discursos y organizarse protestas y más protestas, pero el monstruo de la violencia seguirá allí, alimentándose con las vidas de nuestras mujeres y niñas. Ni una más.