Torreon, Coah.
Edición:
18-Nov-2024
Año
21
Número:
927
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LA CRISIS / 730


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Por:
Sin Censura
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01-02-2020
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Edición:

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POR:  MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.

La crisis económica viene acompañada, como siempre, de su correspondiente crisis en las instituciones políticas responsables de gestionar la acción social y gubernamental para sortear las dificultades. Sin mucho éxito, por cierto, y la razón aparente es que también hay una profunda crisis ideológica o cultural.

Cada etapa de relativa estabilidad económica en un país determinado se explica por una más o menos eficiente participación en el mercado internacional, pero también por la fortaleza de sus instituciones políticas, particularmente de su administración pública.

Sin embargo, para que lo anterior funcione se requiere de un estado anímico y una actitud de compromiso que permita la generación de una energía social que se traduzca en una mayor productividad y, sobre todo, de la disposición para sacrificar o subordinar los intereses sectoriales al interés general. En síntesis, la posibilidad de construir un pacto social, un gran acuerdo entre grupos o clases que permita enfrentar la crisis de manera más o menos consensuada.

Mientras los grupos o sectores se sientan incluidos en los beneficios que se deriven de ese pacto, puede esperarse que, aún en situación de crisis económica, pueda mantenerse un mínimo de estabilidad que provea un margen de maniobra para que la dirigencia política pueda sortear la situación. Eso aplica, al parecer, para México, pero no para Chile, Ecuador, Bolivia, entre otros países en los que han estallado violentas protestas y el pacto social empezó a mostrar fisuras que cuestionan el modelo económico vigente qué, si bien es cierto que ha contado con un relativo consentimiento, también lo es que dicho modelo se apoyó en la desigualdad de oportunidades y la profundizó.

A mayor desigualdad mayor dificultad para mantener un consenso que naturalice la cada vez más injusta distribución de la riqueza socialmente generada. Los marginados, tarde o temprano, se cuestionan acerca de un modelo económico excluyente y entonces la energía social se fragmenta y se dirige a cuestionar la existencia de privilegiados, coexistiendo con marginados. Esto no implica la generación automática de salidas que a todos convengan. En esos primeros momentos la confusión es tanta que la energía social no se dirige contra la injusta estructuración de la sociedad, sino contra aquellos que se perciben como culpables de la situación. El problema es que los culpables pueden ser “fabricados”, es decir, la rebeldía de los marginados puede ser dirigida contra sí mismos.

En tiempos de crisis faltan oportunidades, pero sobran explicaciones. Cuando triunfa la explicación que señala como culpables a personas o grupos, pero no a estructuras, la energía social se dirige contra aquellos señalados como culpables y se empodera a quienes tuvieron la habilidad de articular un discurso que encauce el malestar. Así se explica que trabajadores, de los más afectados por el modelo económico norteamericano, hubiesen votado por Donald Trump. O que Bolsonaro hubiese obtenido el voto de los marginados en Brasil o que a Evo Morales se haya despojado de la presidencia.

En tiempos de crisis ideológica, las sensaciones y emociones toman el lugar que le corresponde al pensamiento racional y así, las acciones políticas fácilmente pueden llevar al odio y a la intolerancia. Será entonces más fácil considerar que el que piensa diferente deberá ser subordinado, excluido o destruido. Cuando no se sabe lidiar con la diferencia, la tendencia es hacia la destrucción. Por eso conviene entender que las crisis económicas nunca son solo económicas. Para ello el gran economista Joseph Stiglitz nos dice que es bueno recordar aquella frase de Robert Kennedy: “El PIB lo mide todo…excepto lo que hace que la vida valga la pena”.

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