Torreon, Coah.
Edición:
18-Nov-2024
Año
21
Número:
927
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MI VERDAD / 725


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Por:
Agente 57
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30-11-2019
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POR: AGENTE 57

ARRANCAMOS… LOS LAMBISCONES UNIDOS JAMAS SERAN VENCIDOS el premio Nóbel de literatura (1981) Elias Canetti descubrió que en ciertas sociedades la adulación, más que una práctica degradante, es una condición del poder: un cemento imprescindible sin el cual los regímenes bárbaros se derrumbarían. “Las expresiones exteriores del poderoso”, escribió Canetti, “su tos, sus estornudos, el modo de limpiarse los mocos, deben ser imitadas y aplaudidas (por los aduladores). Si el jefe cojea, también deben hacerlo sus cortesanos. Ya en la antigüedad, Estrabón y Diodoro contaban que cuando el rey etíope recibía alguna herida en alguna pafrte del cuerpo, todos sus cortesanos debían sufrir la misma lesión. A principios del siglo pasado, tras visitar la corte de Darfur, un viajero árabe relató que cuando el sultán carraspeaba, como expresando el deseo de hablar, todos los cortesanos debían chistar, exigiendo inmediato silencio. Si el sultán se caía del caballo, los cortesanos también debían caerse: si alguno se abstenía de hacerlo, los otros lo derribaban y lo mataban. “ En la corte de Uganda, cuando el rey reía todo el mundo tenía que reír; si estornudaba,todos estorniudaban;  si se resfriaba, todos tenian que quejarse de las molestias del resfrío; y si se cortaba el pelo, todos se lo cortaban. En el reino de Boni, en las Célebes, también era costumbre que los cortesanos hicieran cuanto hacía el rey: si él se bañaba, ellos se bañaban, y aun los viajeros que atinaban a pasar por el lugar debían bañarse también, con todo y ropas. De china cuenta un misionero franciscan que, cuando el emperador reía, tenían que reír los mandarines, y en cuanto el monarca dejaba de hacerlo, también paraban los demás, inmediatamente.” Si Canetti hubiera recibido noticias de México podría haber agregado que cuuando el presidente Lázaro Cárdenas, un entusiasta nadador, se arrojaba al agua a refrescarse, los de su séquito hacían lo mismo, aunque no supieran nadar; que aún los políticos más acostumbrados a usar corbata se la pasaron de guayabera la mayor parte del sexenio de Luis Echeverría; y que tal vez nunca hubo entre los políticos de este país tantos estudiantes de equitación, esgrima, tenis o artes marciales como en los años de José López Portillo. La adulonería siempre es producto de la abyección. En su forma más simple consiste en colmar de lisonjas al poderoso o mostrarse de acuerdo con él aunque diga sandeces. Del otro extremo está la lambisconería, nacida del servilismo extremo; sus practicantes, con tal de congraciarse con el superior, no vacilan en ofrecerle como amantes a su esposa o a sus hijas, según se ha observado centenares  de veces en el mundillo político mexicano. Algunos politólogos creen que el estilo de lambisconería que se practica en una sociedad sirve para medir el mayor o menor grado de modernidad del sistema político. En un sistema donde todo el poder se concentra en manos del presidente, éste puede hacerlo todo menos impedir que los aduladores le mientan o traten de engañarlo. A Luis Echeverría le hicieron creer efectivamente que obtendría el cargo de secretario general de las Naciones Unidas o al menos el premio Nóbel de la paz, y que la cara de los deberes y derechos económicos de los estados sembraría el pánico entre las grandes potencias. En todo caso, hizo notar el escritor Carlos Monsiváis, cuando algún presidente muestra desagrado ante la adulación descarada, el fenómeno no desaparece sino que se disimula bajo formas indirectas, refinadas. – El estilo de adulación hoy en boga- dijo Monsiváis - consiste en presentarse ante el presidente y propinarle un discurso concebido más o menos así: “ Soy consciente de los riesgos que implica decir lo que voy a manifestarle, señor presidente, y los asumo plenamente porque en tiempos de crisis decir la verdad es la obligación mayor. Me cueste lo que me cueste, le diré, señor presidente, y permítame la rudeza y el atrevimiento, que desconfíe del halago y no escuche a los aduladores. Usted, señor presidente, no necesita cortesanos ni panegiristas, porque una obra tan extraordinaria como la suya es un monumento en sí misma y el mayor elogio, a usted, se lo brindará la historia”. En México, la adulación parece funcionar como ritual mágico para implorar milagros y ahuyentar maleficios.

MI VERDAD.- En Matamoros de los rajones es muy común esta práctica. NLDM

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