POR: EL PROFE
Pero, antes que nada, empezaremos esta columna con nuestras típicas y tradicionales calaveritas del día de muertos que, como lo mencionamos todos los años, tal vez estas calaveritas no cuenten con todo para ser una calavera literaria, pero si cuentan con muy buen ingenio de nuestros lectores, que son quienes las envían año con año.
GUSTAVO ENRÍQUEZ OVIEDO.
La huesuda toda chueca, por Gustavo pregunto
¡Pues mi ahorro no he cobrado, porque el banco me corrió!
A mi tumba me regreso, con mi gis y pizarrón
Mientras Tavo se divierte, con la lana que ganó
La Catrina llora y gime, pues en Coppel, se endeudó.
GEORGINA MONCADA
Muy furiosa la huesuda, de berrinches se llenó
Pues la lana que pedía, batallando la encontró.
Al entierro ya la llevan, pues la muerte la reclama
Por lanzada y deseada, la calaca se encelaba.
Hoy le dan su entierro con billetes y palmadas
Mientras ella se menea, tras los susurros de las damas.
JESÚS PORTILLO
A la muerte traicionó, pues a San Fellote le rezó
Con reliquias y festejos, en su casa los reunió.
Hoy lo busca la huesuda y lo sigue con rencor
Pues la cheve que vendía, en su tiempo lo ayudó.
Con su ahijada la Carmela, el negocio se creció
Pero a estos la avaricia, con la muerte les cobró.
GRUPO MARRANO
De todos muy conocido, eran un grupo peculiar
Conformado por marranos, que siembran suelo al caminar.
Este grupo de gorditos, fueron buenos pa’ pistear
Cuando había modo y forma para el colmillo encajar.
Grandes fueron sus hazañas, en el mundo sindical
Si se trataba de mujeres, ollas y botellas vaciar
Por eso en grandes fiestas, nadie los quería invitar.
Erik era el estandarte de este voluminoso grupo
Que por pasarse de tragón, en la caja ya no cupo.
El nalgón de Erasmo Catarino, así se le llamaba
A quien cada periodo vacacional, el ISSSTE visitaba
Riéndose de la muerte, que deoquis las vueltas daba.
Otro digno integrante, como el “Gobe” le apodaba
Murió esperando consejo, pues las deudas lo agobiaban.
En Simas, Cimaco y Coppel, el alma tenía empeñada
Por eso mejor la muerte, decidió su retirada.
A su líder los Marranos, le apodaban “Juan Querendón”
Ya que a todos les pichaba, con su tremendo carterón.
Ya los marranos chillan en su asqueroso y repúgnate trochil,
La muerte los acecha y, el “Pechocho” ya los dejó morir.
No se pierdan las próximas columnas, ya que por cuestiones de espacio, nos faltaron muchas calaveritas.
¡Hasta la próxima!