POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.
¿Qué hará si el ampáyer le canta un strike al centro, que vimos todos, y sus datos dicen que era bola mala? Elmer Mendoza, publicado en El Universal.
Una manera de ganar las discusiones es acudir al expediente fácil de decir “yo tengo otros datos”, afirmar que se posee información privilegiada en lugar de asumir el compromiso de reconocer que se tiene otra perspectiva. Cuando se tienen “otros datos”, que los demás no tienen, es posible ganar una controversia, inclusive sin pelearla. Es desacreditar al adversario porque no cuenta con información “fidedigna”. Así se puede afirmar que el strike al centro es bola mala, para usar el lenguaje del deporte que goza de las preferencias presidenciales. El problema es cuando todos vemos el lanzamiento del pitcher, y nuestra visión coincide con la del ampáyer y no con la del bateador.
Es el caso del presidente López Obrador que, para seguir con las metáforas beisboleras, está en el turno al bat y acaba de dejar pasar una estupenda oportunidad de anotar un jonrón pues, justo cuando tenía la oportunidad de volarse la barda, recula y deja pasar el lanzamiento que el ampáyer canta como un incontrovertible strike, mientras el confundido bateador alega que era una bola mala. Cualquier cosa, menos reconocer que su batazo tendría consecuencias que fue incapaz de prever. Decidió no anotar un jonrón para no hacer enojar al adversario que, ya molesto, seguramente le anotaría diez o más jonrones. Mejor tirar el bat y casi, casi, pedir disculpas.
Por supuesto, soy de los que creen que esto no es un asunto de huevos sino de sesos. Lo que brilló por su ausencia fue la inteligencia que hubiese permitido planear de mucho mejor manera, y con escasos o nulos costos, la detención de Ovidio Guzmán. El ejército ya ha realizado operaciones de este tipo muchas veces, para eso se preparan, para eso estudian táctica y estrategia. El problema es que, al parecer, no fueron estrategas militares quienes dirigieron la operación. Y, sin embargo, son las fuerzas militares las que quedan en entredicho. Tanto al interior como al exterior del país. Con todo su poderío, nuestros militares fueron superados en estrategia.
La imagen que se proyecta hacia los grupos delictivos es de incapacidad, de falta de inteligencia más que de carencia de valor. Y eso es una invitación a llenar el vacío de poder que las instituciones evidenciaron la semana pasada. Y claro, no es que los cárteles estuvieran esperando dicha invitación pues hace ya mucho tiempo que son dueños de buena parte del país y, por tanto, de la vida social de los mexicanos, pero tampoco se había exhibido la enorme vulnerabilidad que se mostró hace unos días en Culiacán.
¿Cómo resarcir la imagen de una institución castrense tan cuestionada por sus excesos en materia de derechos humanos y, ahora por sus déficits en materia de inteligencia militar? Nadie gana con la permanencia de los militares fuera de sus cuarteles, acumulando un poder qué a la hora de la hora, no saben cómo usar contra los verdaderos enemigos de la ciudadanía. Al bateador en turno le urge un coach que de verdad sepa dirigirlo, alguien que le indique el momento propicio, la dirección y la fuerza adecuada para dar un batazo que, de verdad, impulse carreras a favor del equipo cuyo uniforme defiende. Si no, las voces que ahorita todavía parecen necias, seguirán exigiendo un bateador designado que sustituya a quién, en teoría, corresponde legítimamente su turno al bat. El riesgo es que esas voces ganen la legitimidad que pierda el bateador.