POR: JESÚS M. MORENO MEJÍA
Las costumbres aplacan
el temor que inspira lo
que nos aterra.
Parafraseando a Esopo
Esopo, el célebre fabulista de la antigua Grecia, mencionaba que las costumbres (sinónimo de tradiciones) aplacan el temor que inspira todo aquello que nos causa terror, por ejemplo la muerte y los fantasmas.
Las tradiciones prehispánicas de las diferentes culturas indígenas de lo que hoy es México, honraron a los difuntos a través de una serie de ritos y costumbres, que en la actualidad se centran a nivel nacional el 1 y 2 de noviembre.
Mario Benedetti escribió lo siguiente: “la muerte es solo un síntoma de que hubo vida”, y con ello nos recuerda que somos seres finitos, pero al igual que nuestros ancestros es algo que la gente no desea tener en mente, al menos de forma constante.
Las etnias mesoamericanas rendían culto a la muerte mediante una serie de rituales y a la fecha seguimos en parte con esa costumbre, si bien ya modificado el procedimiento.
La famosa revista “México Desconocido” refiere sobre el origen del culto a la muerte, de manera condensada, lo siguiente:
Los mexicas creían que los señores del Mictán (lugar de los muertos en el más allá), identificados como Mictecacíhuatl y Mictlantecuhtli, definían el destino de las ánimas, si bien éstas debían lidiar y sortear toda una serie de obstáculos para conseguir el descanso eterno.
Se ejemplifica el destino de las almas de la manera siguiente: llegan a la Casa del Sol (Tonatiuh Ichan), los guerreros muertos en combate; otro sitio privilegiado era Cincalco o Casa de Tonacatecuitl, destino de los niños y los que en vida llevaron una vida de inocentes.
Para que las almas iniciaran el trayecto al más allá, los vivos deberían acompañarlos a la distancia por medio de rituales, entre los cuales estaban los gritos y llantos de las mujeres ante el cuerpo envuelto en petate y telas, junto a los cuales se deberían colocar manjares para alimentar a las ánimas en su camino al Mictán.
Después de cuatro días de honrar el cuerpo del muerto, se les llevaba a sepultar o a ser cremado, y hasta entonces se consideraba que iniciaba el trayecto al más allá. Después, cada año, se realizaban ostentosas ceremonias en el lugar donde se encontraban los restos del difunto
Con la llegada de los españoles, los rituales en honor a las ánimas de los muertos sufrió un proceso de aculturación, y por ello la fiesta del dios del inframundo indígena se unió a las honras fúnebres de los difuntos cristianos, hasta ser concebido como sucede actualmente.
Algunos de los elementos que destacan en la celebración del “Día de los Muertos”, son las ofrendas y las composiciones literarias conocidas como “calaveras” dedicadas a personas conocidas, algunas de ellas publicadas en esta edición de su revista “Progreso”.
Cabe recordar que el “Día de los Muertos” se inicia el primer día de noviembre, dedicado a los “angelitos” o sea a los niños, y al siguiente día a la generalidad de quienes han pasado a mejor vida de la que hoy gozamos.
ELEMENTOS DE LAS OFRENDAS
En los Altares de Muertos no deben faltar las fotografías del o de los difuntos a honrar. Incienso o copal, cuyo humo es la guía olfativa para que nuestros seres queridos fallecidos puedan llegar a nosotros.
Las veladoras representan el fuego y la luz que servirán de guía a las almas rumbo al más allá. Bebidas, futas, alimentos preferidos del muerto, y agua para el camino.
La flor de Cempasúchil para decorar y crear la ruta que guíen el alma de nuestros seres queridos. El pan de muerto representa el esqueleto del difunto, incluyendo la cabeza. Pero también las “calaveritas” de azúcar son la representación del cráneo.
Los Altares de Muertos son confeccionados en el hogar para ser vistos por nuestros familiares y amistades, o bien en lugares públicos a la vista de todos.
COSTUMBRES QUE VIENEN DEL EXTERIOR
De un tiempo a la fecha hemos sido invadidos con costumbres que vienen del extranjero, como es el caso del Haloween en la víspera del “Día de los Muertos”
Es una celebración de origen pagano, que se celebra el 31 de octubre en la víspera del “Día de todos los Santos”, y tiene sus raíces en el antiguo festival celta, conocido como “Sahain” que significa “fin de verano”, mismo que se conmemoraba al finalizar la temporada de cosechas en Irlanda, para dar comienzo al “nuevo año celta”.
Durante esa noche se creía que los difuntos caminaban entre la gente viva y para ello los sacerdotes druidas iban de casa en casa, demandando todo tipo de comida para su consumo y después en el festival dedicado a la muerte.
Hoy se ha comercializado esa macabra celebración, que nos viene vía Estados Unidos de América, que tiene sus seguidores pero sin haber podido desplazar nuestro tradicional “Día de los Muertos”. ¿O usted que piensa, amable lector?
¡Hasta la próxima!