Torreon, Coah.
Edición:
18-Nov-2024
Año
21
Número:
927
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CUANDO MUERE EL CAMPO HABRÁ UNA ESPERANZA / 720


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Por:
Pedro Belmares O.
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26-10-2019
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Edición:

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POR: PEDRO BELMARES O.

Había una vez en un pueblo abandonado llamado La Victoria. Un hombre que cuidaba de sus tierras, los habitantes de aquel pueblo se fueron por que se morían de hambre, ya nada era como antes, donde cada quien sembraba y prosperaba.

Aurelio vivía de sus recuerdos, aquellos tiempos cuando junto a su padre y hermanos sembraba todo tipo de uvas y algodón, pero después, vinieron tiempos difíciles: la sequía y los precios bajos del algodón trajeron la desgracia a los campesinos, que se quedaron en la ruina y ya no pudieron sembrar.

Antes de morir, el padre de Aurelio dijo a sus hijos que cuidaran las tierras y que nunca dejaran el campo. Pasaron  los años  y los  hermanos de Aurelio decidieron irse a la capital, ya que veían que no salían adelante y tenían que mantener a sus familias.  Aurelio se quedó para cumplir la promesa que le hizo a su padre.

Aurelio se casó y formó una familia, pero nunca pudo tener hijos y su mujer prefirió abandonarlo. Cada día  veía el amanecer, acompañado de su caballo recorría sus tierras con gran tristeza y pensaba que algún día  volverían a reverdecer sus labores y cosechar como en aquellos tiempos.

En las noches, pensaba que el tiempo se agotaba  y no volvería a ver sus cosechas. Una tarde, mientras recorría el campo en su caballo, después de mucho tiempo se nubló y empezó a llover al volver a su casa.

Al bajarse del caballo, una sombra gris con una capucha negra le dijo; ha llagado tu hora, vengo por ti. Aurelio le contesta: te he esperado por tanto tiempo, no tengo por quien vivir, solo esta tierra que me dejó mi padre, pero dame 24 horas más.

La muerte le dijo: está bien, solo un día más, y la muerte se desvaneció. Aurelio corrió con su caballo y compró todo para volver a sembrar y lo hizo sin descansar, esperaba que en su última siembra fuera a ser mejor, tenía esperanzas.

Al día siguiente, al despertar, vio florecer su campo y lloró de alegría y la sorpresa de ver plantitas pequeñas, en tan solo unas horas, al fin aquel campo iba a tener frutos, los vecinos no lo podían creer y todos empezaron a sembrar.

Al anochecer, Aurelio estaba preparado para morir, la muerte llegó a él y le dijo: es la hora exacta Aurelio. Cerró los ojos pero la muerte se fue sin él, y solo retumbó en aquella casa una risa macabra.

Un murmullo que parecía decir: volveré cuando hayas perdido la esperanza en tu tierra y, entonces, no habrá una segunda oportunidad. Aurelio abrió los ojos y se encontró en su cama y pensó: todo ha sido un sueño, pero al abrir la ventana de su cuarto vió todo el campo verde y se dijo; Dios me ha dado otra oportunidad, debo aprovecharla y vivir esperanzado no solo por el campo, sino en toda la humanidad ya que el hombre es más importante que todas las tierras del mundo.

A partir de ese día, Aurelio empezó a fertilizar en su comunidad a toda la gente con la palabra de Dios.

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