POR: AGENTE 57
ARRANCAMOS… FILOSOFOS GOBERNANTES han existido gobernantes desde la época de Platón que han creído que, “hasta que sean los filósofos los que gobiernen, el Estado y los individuos no descansarán del mal”. Como en el siglo XXVII el monje rebelde calabrés Campanella había soñado con una ciudad del sol dominada por un gran metafísico. Saint-Simon, al principio del siglo XIX, desarrolló la visión de la dictadura benévola de un cuerpo de grandes ingenieros físicos. Los hombres de ciencia cuyas invenciones habían apenas comenzado a poner en marcha el cambio en la industria, deberían sostenía él, convertirse en los reguladores de la sociedad. Unas cuantas décadas más tarde Auguste Comte perseguía la visión megalómana de altos sacerdotes de la humanidad de acuerdo con una teoría positiva de la autoridad; la política, es una especie de física social aplicada y la confianza en la guía de los científicos sociales se convertía en una rutina. En los Estados Unidos, Lester Wart soñaba sus complicados sueños de un mundo sociocrático, en el cual la prioridad de la sabiduría sobre el poder, finalmente se lograría. En nuestros días, ha discutido conmovedoramente la necesidad de una minoría selecta de intelectuales que pongan su mano en la palanca del Estado. Es entonces cuando cuando los intelectuales revolucionarios arrebatan el poder y dirigen a la sociedad, aunque sea sólo por un lapso corto, pero preñado, en la historia. Podemos atestiguar este proceso en muchas de las nuevas naciones del mundo contemporáneo los padres fundadores fueron, de manera similar; cuando los tiempos no parecen conspicuos para los cataclismos revolucionarios y los intelectuales sienten, no obstante, que es imperativo efectuar cambios profundos en el manejo de la sociedad, pueden, en lugar de intentar ganar el poder para sí mismos, empeñarse en la tarea de convertir y aconsejar a los hombres en el poder. Entonces, se esfuerzan por convertirse en guías espirituales, directores de conciencia o jefes de la plana mayor de los poderosos. Desesperando de que sus detallados planes puedan ser realizados directamente, conciben la idea de que quizá podrían moldear lentamente y a su gusto la realidad convirtiéndose en eminencias grises, en poderes tras el trono. Este impulso de influir en los hombres en el poder caracterizó a muchos intelectuales utópicos, del mismo modo que se difundió entre los intelectuales dados a una visión más “moderada” de la buena sociedad. Charles Fourier, ese hombre de imaginación terrible, que estaba convenciendo que él solo había “vencido veinte siglos de imbecilidad política” y que a él “las generaciones presentes y futuras, iban a deber la iniciativa de su inmensa felicidad”, hizo saber, de la manera más modesta, que estaría en su casa diariamente, a una cierta hora, a fin de que esperado patrono político, que habría de modelar los vuelos de su imaginación en la espesa pasta de la realidad de todos los días, no fuera incomodado. Saint- Simon y Robert Owen bombardearon las testas coronadas de Europa con memoranda y consejos no pedidos. Auguste de Filosofía positiva al emperador Nicolás I de la Rusia, con una carta adjunta en la que se daba por sentado que él se aprovecharía del consejo ofrecido a fin de instituir las reformas necesarias para elevar a Rusia a la condición de sociedad positiva.
MI VERDAD.-a través del tiempo sigue vigente esta realidad. NLDM