POR: EDUARDO GRANADOS PALMA
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A lo largo de la historia de la humanidad, la guerra ha sido un signo característico del comportamiento de los hombres. Podemos encontrar en la Biblia como ejemplo de la primer guerra el asesinato de Abel a manos de su hermano Caín. El hombre, como un miembro más del reino animal, es un ser dotado de un instinto agresivo y violento. Estos sentimientos son retraídos y reprimidos por diversos estándares de conducta, valores, educación y disciplina a lo largo de su vida. Pero en el fondo todos, absolutamente todos tenemos una gota de asesinos en nuestra sangre. Basta ver la conducta de un niño al jugar con sus amigos, o incluso su expresión facial cuando termina sin justificación alguna con la vida de un ser vivo, puede ser desde un insecto hasta un pequeño roedor o una ave.mDe manera asi que desde las sociedades primitivas, el hombre peleaba con sus semejantes ya sea por sobrevivencia o en búsqueda del poder y el dominio sobre territorios. Miles de años atrás, los intereses políticos y económicos de los líderes y gobernantes, ya eran un motor de guerra. La guerra es en si el mayor conflicto que puede existir entre los seres humanos. Una vez que inicia crece la incertidumbre de cómo y cuando acabará y el costo de vidas que traerá. Porque guerra es sinónimo de muerte y destrucción. Es un enfrentamiento organizado y planeado, con estrategias y recursos armados que cada día son mas sofisticados y que puede ser encausada por un sin número de propósitos, circunstancias o intereses. Si en la vida basta un pequeño detalle para crear un gran problema, en la guerra basta un pretexto para iniciar una batalla. Las condiciones económicas, políticas, sociales; asi como disputas por el poder y el territorio servirán como intereses para intensificar la guerra buscando siempre la destrucción del enemigo. No existe un solo Estado o cultura en el mundo que no haya sufrido la experiencia de la guerra, ya que es un instrumento de poder con fines políticos. Pero la guerra por naturaleza propia ocurre entre hombres. Y siempre será entre hermanos. Las personas que pelean y mueren en ella son civiles sacados de la población, por lo general hombres jóvenes, asi como soldados profesionales formando ejércitos permanentes. Pero independientemente del grado de organización, la guerra llega siempre a las casas, a las familias, a los niños y a las mujeres. Sencillamente nadie puede escapar de los horrores de la guerra. Voltaire decía que lo maravilloso de la guerra es que cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e invocar solemnemente a Dios antes de lanzarse a exterminar a su prójimo. Y es que en tiempos de guerra la esperanza se convierte en un combustible para el alma. Nuestra generación y la de nuestros padres no conoce lo que es vivir bajo la guerra. Pero si tienes la posibilidad de conversar con un adulto mayor europeo te podrá compartir asombrosas historias de supervivencia. Recuerdo la experiencia que le platicaba a mi madre una amiga de origen italiano de tener que comer pasto durante la segunda guerra mundial por no poder comprar nada con su dinero. Solo la fe y la esperanza podía alimentarlos anímicamente para soportar tan difíciles circunstancias incomprendibles para nosotros. Sin embargo la religión y las creencias también son factores originantes de guerra, principalmente por la intolerancia. Sin embargo han pasado muchos años ya del fin de la segunda guerra mundial, reconocida como la más sangrienta en la historia de la humanidad. Y desde entonces el mundo no se ha vuelto a enfrentar en un conflicto internacional a gran escala. En efecto han y continúan existiendo muchos conflictos armados y también se han dado algunas guerras muy importantes como la de Corea, Vietnam, Afganistán, los Balcanes y la del Golfo Pérsico; pero es mi intención advertir de que existen todas las condiciones para que en los próximos años el mundo enfrente nuevamente un conflicto armado a gran escala. Y no es cuestión de resignarse a la fatalidad de una violencia inevitable, sino de analizar las altas posibilidades de que esta ocurra y por lo menos hacer un ejercicio mental sobre como cambiarían nuestras vidas ante un evento de tal magnitud. Lo que es un hecho, es que las guerras llegan de improviso y arrasan con todo lo que tenemos, queremos y conocemos.