Torreon, Coah.
Edición:
30-Sep-2024
Año
21
Número:
920
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MI VERDAD / 716


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Por:
Agente 57
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29-09-2019
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POR: AGENTE 57

ARRANCAMOS… que somos hoy. Mitológicamente, una guerra o proceso de independencia es un momento icónico y dotado de mucho significado. En nuestro caso, la independencia se nos presenta como un símbolo de liberación, el momento de soltar el yugo y tomar las riendas del propio destino, es el acontecimiento que pone el rumbo de México en manos de los mexicanos, es como nuestro momento de pasar de la oscuridad a la luz, es el amanecer de una patria. Se mantienen mitemas del pasado bastante caricaturescos: Hidalgo es el liberal bueno y justo, con una visión de nación basada en los ideales de la ilustración, que lucha siempre de manera desinteresada por darle patria y libertad a un pueblo. Iturbide sigue siendo el traidor que egoístamente organizó un movimiento libertario, tan sólo movido por sus oscuros y personalísimos intereses, lo cual queda evidenciado cuando el muy traidor se proclama emperador. En ambos casos tenemos botargas históricas, no personas reales. Es exagerado el heroísmo atribuido a Hidalgo, poco lo que se conoce del verdadero heroísmo de Morelos, Matamoros y Galeana; muy oculto el lado oscuro, terrible, del llamado Siervo de la Nación, absolutamente falso atribuirle la consumación de la Independencia a Guerrero, y del todo injusto colocar al libertador Iturbide, más allá de sus luces y sombras, en el inframundo de nuestra historia. Así es que más allá de lo que cada quien quiera ver en cada personaje de la historia, el hecho es que hay un proceso de emancipación; ése  es el hecho contundente y palpable; la manera en que se cuente, se interprete y se utilice ese hecho, es parte ya de la narrativa y la mitología. Tenemos entonces una primera transformación: la Independencia. Los mexicanos son libres y deben de asumir la responsabilidad de guiar su propio país. Habría que preguntarnos sí, dos siglos después, hemos en realidad tomado y asumido nuestra responsabilidad, o si como niños inmaduros seguimos señalando culpables externos; deberíamos examinar nuestro país y nuestras mentes para ver si nos hemos liberado de los traumas del pasado, si hemos soltado ese terrible yugo, si hemos sido capaces de tomar las riendas del país y de conducirlo, o si por falta de planeación hemos sido una veleta movida por los vientos de la historia. Sería bueno examinar si hemos dejado atrás la oscuridad para entrar en la luz y si realmente ha salido el sol en nuestra patria. Como la narrativa de las transformaciones está cargada de ese veneno mental llamado nacionalismo, la Independencia también significa el momento en que nos liberamos del extranjero y nos tratamos de encerrar en nosotros mismos, el instante en el que todo extranjero se convierte en sospechoso y potencial enemigo del país. Comienza ahí ese miedo al de afuera que seguirá presente en todo nuestro discurso histórico. La segunda transformación es la Guerra de Reforma, esa que enfrentó a mexicanos contra mexicanos entre 1858 y 1861, y donde el icono fundamental es Benito Juárez como el gran hombre bueno y justo, el símbolo de la defensa de la patria, y tenemos desde luego los símbolos negativos, desde el terrible vendepatrias de Santa Anna, hasta el imperialismo europeo, la invasión, el nuevo intento extranjero de saquear nuestros recursos, representado en Maximiliano. Una vez más tenemos botargas y no personas reales. Un México donde sigue prevaleciendo la injusticia social y el atraso, la explotación y el abuso, la opulencia rodeada de miseria; todo a causa de los aritócratas que siguen en el poder y de la Iglesia católica que sólo ve por sus intereses y sostiene en el poder a la elite. Contra esta realidad, representada a nivel político por los conservadores, aparece la figura de Juárez y su bando: los liberales. Los terribles conservadores quieren dejar todo como está para mantener sus privilegios, pero contra ellos surgen los buenos, honestos, patriotas y desinteresados de los liberales, los que de manera abnegada se sacrifican por el bien de la nación sin pensar nunca en ellos mismos; los que son tan honrados que son pobres aunque estén en el poder, y así manetenemos el mitema de pobre pero honrado y la pobreza como virtud. Las Leyes de Reforma eran necesarias y la modernización que planteaban era urgente. Una nueva constitución liberal que le quitara poder a la iglesia, consagrara libertades y derechos y nos hiciera iguales ante la ley era algo impostergable. Así pues, la Reforma como segunda transformación significa, entre otras cosas, la modernización, la justicia social, la igualdad y el laicismo. Si se obtuvieron o no es una debate diferente, pero hoy siguen siendo necesarias, porque no las tenemos, y la Reforma es el símbolo. Dado que nunca hemos sabido dialogar, la creación de las Leyes de Reforma, a partir de 1855, y la Constitución liberal de 1857, nos llevó a la guerra entre liberales y conservadores, un debate del que era ajeno casi todo el pueblo, aunque la guerra los involucró y afectó s todos, un pueblo que en muchos casos no sabía por qué luchaba, o que simplemente peleaba en el bando en el que le tocó estar, ya que en una guerra civil el único valor por el que se termina peleando es la sobrevivencia. Pero hubo una guerra, iniciada por los conservadores, aunque desde luego hubo provocaciones de los liberales, en la que Juárez es el símbolo de la modernidad y de la legalidad, ya que por una serie de vicisitudes históricas, su presidencia, disputada primero por Félix María Zuluaga y después por Miguel Miramón, era la legítima. La guerra comenzó cuando Juárez tuvo que huir de la Ciudad de México, en enero de 1858, y termina cuando vuelve a la capital en enero de 1861. A partir de entonces Juárez es también símbolo del liberalismo, pues ha derrotado a los conservadores, se ha afianzado en el poder y esta listo para comenzar la modernización liberal de México. Su necedad, obstinación, intolerancia y tratos con los estadounidenses no se mencionan nunca, desde luego, pues la historia de México siempre se ha contado en blanco y negro. Pero los acontecimientos hicieron aún más importante y simbólico su papel en la historia, pues los conservadores, dispuestos a todo con tal de manetener el poder (igual que los liberales), ya habían buscado y obetenido apoyo en Europa; eso se convirtió en la intervención francesa de 1862, con su mítica batalla de Puebla, y en el fallido imperio de Maximiliano, de 1864 a 1867. Pero debido a eso, Juárez es también el símbolo de la defensa de la República ante el imperio y del interés de la nación contra la invasión extranjera.

MI VERDAD.- La segunda transformación está símbolizada en las Leyes de Reforma. NLDM. Continuaremos la próxima

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