POR: ABEL ALCALÁ H.
Cuando se trata del asunto de gobernar a una comunidad de personas humanas ya en un municipio, estado o un país y siendo esta nación una república y con la democracia como sistema para la renovación de sus autoridades es necesario que las bases o principios que guiarán todas y cada una de las acciones de gobierno deben ser claras, precisas y lleven la finalidad de procurar el bienvivir para todos y cada uno de sus habitantes.
Muchos gobernantes caen en la tentación de imponer su ideología y sus prejuicios en cada una de sus actividades de gobierno y no tomar en cuenta a los ciudadanos, quienes son los destinatarios de esas acciones de gobierno y a quienes les van a repercutir para bien o para mal.
En estos momentos en México con la 4T se aplica un modelo de gobierno que se llama “populismo” y por tanto se aleja y contradice las recomendaciones de la Doctrina Social Cristiana que centra la actividad del poder político en la implementación del “Bien Común”.
Mientras que el Populismo basa su acción para imponer una ideología dogmática al pueblo y lo que el populista busca -al menos esa ha sido la experiencia latinoamericana- es establecer un vínculo directo con el pueblo, por encima, al margen o en contra de las instituciones, las libertades y las leyes. La iniciativa no parte del pueblo sino del líder carismático que define a "el pueblo" como una amalgama social opuesta al "no pueblo". El líder es el agente primordial del populismo. No hay populismo sin la figura del personaje providencial que supuestamente resolverá, de una buena vez y para siempre, los problemas del pueblo.
En la Doctrina Social Cristiana todo se encamina al bien común, el cual parte del reconocimiento de que toda persona humana es digna desde la concepción hasta la muerte, que sus pilares son la solidaridad y la subsidiaridad entre las personas y entre que detentan el poder político y los ciudadanos.
El populismo se encamina a ayudar a que los pobres (miserables) sigan siendo pobres.
El bien común se encamina a ayudar a que ningún ser humano viva en condición inferior a su dignidad humana, es decir en la miseria.
El populismo mira hacia la permanencia del pueblo en la ignorancia. El bien común se encamina a que todos y cada uno acceda a la verdad para ser libre.
El populismo despilfarra los bienes de la comunidad, sus ahorros y patrimonio en programas “sociales” que son paliativos de la miseria del pueblo.
El bien común sienta las bases a través de la solidaridad para que cada persona humana se vuelva autosuficiente y sea factor de progreso de su comunidad.
El Bien común busca la perfección de cada persona humana para que desarrolle su vocación conforme a sus convicciones y virtudes.
El populismo busca la alienación (enajenación, demencia) de cada individuo para manipularlo en provecho de su ideología y de su secta.
El populismo penetra con dádivas, con promesas y apoyos condicionados en los miserables, para luego cobrar la ayuda en tiempos de elecciones.
El bien común es solidario con ayuda y apoyos sin condición alguna, le interesa que los miserables salgan pronto de esa condición para siempre y vivan dignamente.
El populismo busca esclavos para obtener votos y para que sus líderes permanezcan en el poder político. El bien común se ocupa de que todos sean libres, sean tratados con justicia y vivan conforme a su dignidad.
Si se permite que en México gobierne el hombre y no la ley, muy pronto estaremos bajo una tiranía, puesto que el hombre ejerce el poder para sí mismo, para su ideología y para adueñarse de vidas y haciendas (patrimonio familiar) de los habitantes. Los mexicanos tenemos la última palabra.