Torreon, Coah.
Edición:
29-Abr-2024
Año
21
Número:
902
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¿Qué tan benéfica ha sido la industria lechera en La Laguna? / 697


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Por:
Orlando Espino
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30-03-2019
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Edición:

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POR: ORLANDO ESPINO

Torreón, Coahuila.-

Fue el presidente Andrés Manuel López Obrador quien prendió la mecha. En un evento en su tierra natal, Tabasco, afirmó que apoyaría la creación de una cuenca lechera en el sur del país aprovechando la riqueza hídrica con que se cuenta en aquella parte del país. Hasta aquí todo bien. La polémica inició cuando el mandatario señaló que “ya no se puede seguir produciendo leche en La Laguna, porque no hay agua”.

De manera casi inmediata, el presidente recibió respuesta del gobernador Miguel Ángel Riquelme Solís; el alcalde Jorge Zermeño Infante y productores locales de leche. El más enfático fue el gobernador Riquelme Solís, quien recordó que la cuenca lechera de La Laguna es la más importante del país (y de Latinoamérica); mientras que al alcalde torreonense afirmó que el ejecutivo federal necesita buenos asesores para no andar declarando “ocurrencias”.

Sin embargo, no todos están de acuerdo con las autoridades municipales y estatales, pues ambientalistas como Juan Carlos Parga Torres, representante del Comité Ciudadano de la La Laguna en la Defensa de la Calidad del Agua, señala que la región lagunera “no le debe nada a la industria lechera” que tanto se presume, pues el costo en términos ambientales ha sido altísimo, a grado tal que puede hablarse de un “ecocidio”.

Organizaciones como la que representa Parga Torres y otras como Encuentro Ciudadano Lagunero de Rafael Zuno Sandoval y el doctor Celso Manuel Valencia Castro, han venido señalando que mantener la cuenca lechera más grande de México es simplemente insostenible a largo plazo, pero sus denuncias han encontrado solo oídos sordos y se topan con los millonarios intereses que hay eh juego.

La ecuación es sencilla: para mantener a más de medio millón de cabezas de ganado que alimentan a la mayor empresa lechera de México, Lala, se siembran decenas de miles de hectáreas de alfalfa, un cultivo que requiere enormes cantidades de agua y que no sirve para nada más que alimentar al hato ganadero.

Lo anterior, ha traído como consecuencia una sobreexplotación del manto acuífero, que se ha venido agotando porque se le extrae el doble de agua (según las estimaciones más conservadoras), de lo que se puede recargar de forma natural. El resultado: una reserva de agua que se ha venido agotando y que para llegar a ella se debe excavar cada vez más profundo (hasta 700 metros en el subsuelo), por lo que el agua que se extrae contiene cantidades preocupantes de elementos como cadmio y arsénico, cuyo consumo por lapsos prolongados puede generar distintas enfermedades, entre ellas, el cáncer.

Por eso, Parga Torres y otros ambientalistas se han dedicado a predicar en el desierto, aunque sin perder la esperanza de que algún día sean escuchados y se tomen las medidas necesarias para frenar la sobreexplotación de un recurso que, de acuerdo con nuestra Constitución, es un derecho humano. Parga lo explica de la siguiente manera: “es muy sencillo, con las cantidades de agua que están concesionadas, no da para producir las toneladas de alfalfa que se requieren para mantener el hato ganadero, esto quiere decir que se está extrayendo más agua de manera ilegal y CONAGUA lo permite, porque las norias no tienen medidores volumétricos y de esa manera los productores extraen el agua que les da la gana”.

Pero además, denuncia que la industria lechera le ha apostado a la “tecnificación de sus procesos para producir leche y sus derivados, por tanto no generan tanto empleo como presumen, pero nada se ha invertido en la tecnificación de riego para que la siembra de alfalfa no represente un gasto tan grande de agua”, por lo que la solución está muy lejos de llegar.

Aún con todo lo anterior, las industrias lechera tampoco participan ni invierten en la recarga del acuífero, según explica el entrevistado: “todavía que son ellos quienes se gastan la mayor cantidad de agua, le quieren pasar el costo a la ciudadanía, y piden que contribuyamos para llevar a cabo campañas de reforestación en la cuenca alta del Nazas, donde se producen los mayores escurrimientos que alimentan el manto acuífero, pero ellos no aportan nada, ni un peso, es el colmo del cinismo”.

Parga Torres señala que las organizaciones en pro de la defensa del agua no están en contra de la industria lechera, pero sí de que se sobreexplote un recurso que debería ser destinado, principalmente, al consumo humano, pues mientras hay colonias enteras sin una gota de agua, ninguna vaca en un establo carece del vital líquido. Así de incongruente.

“La solución no es potabilizar el agua del río, ni traer agua de otras partes del país, pues mientras más agua haya disponible ellos van a seguir expandiendo el área de cultivo y es el cuento de nunca acabar, lo que requerimos es lograr un equilibrio, pues, si seguimos así, en 20 años nos vamos a quedar sin agua”, concluyó.

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