POR: AGENTE 57
ARRANCAMOS… LABERINTOS DE LA CORRUPCIÓN-. ¿Cuánta corrupción puede soportar un país en el inmediato y mediato periodo?, ¿Cuáles son las respuestas de la democracia a la corrupción?, ¿Por qué los fracasos en las políticas anticorrupción están a la orden del día?, ¿Qué peso tiene la centralidad de la cultura política en todo ello? Hace años un prominente personaje de la otrora poderosa clase gobernante en México se volverá famoso por una sentencia, casi un aforismo, sobre la concepción de la política nacional: “Un político pobre es un pobre político”. Como era obvio, la frase se volvió el pretexto ideal para la crítica al cinismo activo de nuestros representantes. Sin embargo, ¿Qué sugería la frase?, ¿Qué la política es abiertamente una arena para organizar un conjunto de transacciones de carácter mercantil, pero a expensas de los representados, o simplemente confirmar que la política está constituida por sótanos, despeñaderos, infiernos, que llevan rápidamente a la desconfianza de todos sus integrantes, pues sus valores van de la traición y el egoísmo al feroz apetito individual para volverse en un tiempo más o menos razonable inmensamente rico? Quizá la frase era todo ello y, al mismo tiempo, se encontraba por encima de los límites de la perplejidad que se pudieran tener frente a una declaración tan realista como inmoral. Lo cierto es que la honradez en política es un lujo, una excepcionalidad. Más específicamente, la política se ha convertido en la arena por excelencia para observar las formas perversas que puede adoptar la corrupción, generalmente incentivadas por su jugosa rentabilidad monetaria. La crisis de la política está bajo los ojos de todos. De la garantía de orden y seguridad, la política se está convirtiendo en su contrario: en factor de inseguridad, corrupción y violencia. A esto bien podría llamársele caída de la política perdida. En el caso de México, la corrupción ha sido un componente habitual de la vida política. Sin embargo, a diferencia del pasado, cuando el viejo régimen priísta gozaba de estabilidad y la elite gobernante disponía a su favor de los mecanismos institucionales para manipular a los medios y ocultar las evidencias, hoy resulta cada vez más difícil contener el creciente flujo de información sobre casos particulares de enriquecimiento, soborno, contubernio con el narcotráfico, abusos de autoridad, y otros fenómenos de corrupción. Muchas cosas tuvieron que pasar en el país en los últimos años para que esto fuera posible. Pero sobre todo un proceso gradual de apertura política en dirección democrática que terminó generando mejores condiciones para la competencia y la participación. Es decir, por la vía de una liberación política se edificaron nuevos equilibrios de poder entre el partido gobernante y la oposición, así como mayores espacios de contestación a un régimen no democrático que supo preservarse en el poder por más de 70 años. Simultáneamente, los medios masivos, por razones de credibilidad, tuvieron que mostrarse más plurales y críticos ante una sociedad mucho más sensible y exigente que en el pasado. De hecho, las elecciones fundacionales de 2018 que marcaron la derrota del octogenario Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el (PAN), fueron ante todo un triunfo de la ciudadanía que voto por el cambio debido a un verdadero hartazgo hacia un régimen político que hizo de la corrupción y los abusos de autoridad su modus vivendi.
MI VERDAD.- Con la alternancia no desaparecerá mágicamente la corrupción, pero se abre un horizonte promisorio. NLDM