POR: EDUARDO GRANADOS PALMA
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Apenas hace unos días en Nueva Zelanda, un extremista llamado Brenton Tarrant asesinó a medio centenar de musulmanes en dos Mezquitas de la Ciudad de Christchurch y subió el video en las redes sociales como si fuesen escenas del videojuego “Call of Duty” quizás inspirado en Andrés Breivik, el terrorista de extrema derecha noruego que mató a 77 personas en 2011 y cuya masacre hoy puede encontrarse en una excelente pelicula de Netflix. Los mayores asesinatos masivos de la historia han correspondido a intentos de exterminio, cada vez más constantes y frecuentemente más violentos en contra de personas que inocentemente se encontraban en el lugar equivocado en el momento equivocado. Fuera de un contexto político, la sociedad poco a poco va perdiendo su capacidad de asombro cuando un hombre o grupo de personas atentan contra un número elevado de personas al mismo tiempo. Ejemplos incluirían disparar un arma de fuego en contra de una multitud en el curso de un robo, o incendiar un lugar donde se haya congregado una multitud como ocurrió en Monterrey en 2011 en el casino Royale que produjo la muerte de 52 personas. La mayoría de los asesinos masivos caen dentro de tres categorías: aniquiladores de familias, individuos con trastornos mentales, y trabajadores disgustados ya que un buen número de asesinos masivos son ex trabajadores que son despedidos de sus empleos y posteriormente regresan fuertemente armados y matan a sus colegas. Uno de estos casos famosos de "trabajadores disgustados" se suscitó en los años ochenta en la empresa Electromagnetics System Labs (en California) cuando el programador un computadoras, que después de ser despedido por acoso a una de sus colegas, regresó a su lugar de trabajo con diversas armas de fuego dando muerte a siete de sus colaboradores. Y no podemos olvidar las masacres en las escuelas cometidas por estudiantes tales como el caso de lo que ocurrió hace unos días en Brasil, o en los Estados Unidos en varias escuelas como por ejemplo Columbine, donde varios jóvenes incursionaron en una juerga asesina a través de su escuela, matando a estudiantes y maestros sin distinción antes de suicidarse. También hay casos de asesinatos masivos aparentemente no intencionales al menos en términos de premeditación. Tal es el caso del refugiado cubano Julio Gonzales, que incendió el club nocturno "Happy Land" en la ciudad de Nueva York después de haber discutido con su novia y a quien un miembro de seguridad sacó del local, en el siniestro murieron 87 personas, y sólo sobrevivió su novia. Algunos asesinos masivos pueden tener motivos financieros en donde el matar es por tanto no un fin sino un medio o es resultado fortuito de un robo, el caso más extraño es el del japonés Sadamichi Hirasawa quien envenenó con cianuro a 12 empleados de un banco para cometer un robo. Sin embargo, a diferencia de los asesinos en serie, raramente existe un motivo sexual en el caso de los asesinos masivos, si bien se pueden encontrar excepciones tales como la de Silvestre Matuschka, un austriaco quien aparentemente obtenía placer sexual al dinamitar trenes. Su fetichismo letal cobro la vida de 22 personas antes de ser atrapado en 1932. Lamentablemente cada masacre supera en número de muertos a la anterior. Así fue con el tirador de Las Vegas en 2017 cuando Stephen Paddock, disparó contra la multitud desde su habitación en el piso 32º del hotel Mandalay Bay con un saldo de 59 muertes, los atentados en París de noviembre de 2015 donde murieron 137 personas, el atropellamiento masivo en Alemania o Barcelona, y así podría seguir con tantos y tantos ejemplos. Lo único cierto es que nadie puede saber dónde y cómo será el próximo asesinato masivo, pero ocurrirá tarde o temprano próximamente.