EL PRI EN SU ENCRUCIJADA, A SUS 90 AÑOS
El PRI llegó a sus 90 años en medio de la peores crisis de su historia.
Hoy, este partido se encuentra en una encrucijada, pues no sabe cómo revertir la situación en la que se encuentra.
Para muestra, la Presidenta, Claudia Ruiz Massieu, hubiera comenzado su discurso alusivo a la conmemoración del 90 Aniversario, preguntándose: ¿Qué estoy haciendo aquí? Porque ella y sus predecesores del sexenio peñista, nunca debieron ser nombrados presidentes de ese Instituto Político.
Por eso hoy, se pierden tratando de encontrar las causas de su estrepitosa derrota el primero de julio de 2018, cuando tienen las respuestas. Saben, que los que durante muchos años explotaron a la organización, la fueron desmantelando, desacreditando y alejándola de su esencia y base social, son los mismos que se repartieron los cargos, que se enquistaron en el Congreso, que despreciaron a la militancia y borraron el escalafón, para dar paso a los compromisos, al amiguismo, a la venta de candidaturas y la cerrazón. Y todavía se preguntan: ¿Qué fue lo nos pasó?
El PRI era un partido fuerte, con presencia nacional, con una estructura electoral probada, gobernaba el 90% de los estados y casi un 100% de las capitales y municipios, tenía mayoría en las cámaras y la aceptación de la gente, porque era un gestor, un intermediario entre los ciudadanos y el gobierno. Les resolvía o les ayudaba a resolver sus problemas cotidianos (un descuento, un trámite, etc.).
Sin embargo, todo esto se perdió y fue sustituido por la dádiva, la compra de voluntades, con tinacos, con pintura, uniformes y muchas otras cosas que pervirtieron a sus votantes cautivos, en vez de organizarlos en serio, en comités de mejoras para sus colonias y espacios, premiando su participación, con todo lo que les regalaban, sin pedirles nada a cambio.
Y entonces, el voto no sólo se encareció, sino que los opositores aprendieron los métodos, los mejoraron y les metieron más dinero. Es decir, ahora la competencia no era en términos de simpatía o aceptación por los beneficios que los funcionarios del partido y sus gestores les otorgaban, simplemente, porque eso se perdió, con el arribo de una casta de Junior y empresarios que con influencias y dinero que entraron a la política, sin conocer al partido, menos, la idiosincrasia de sus bases y sus cuadros.
Este fue el principio de las primeras y sonadas derrotas del partido.
Sin embargo, a pesar de que se sabía desde entonces dónde estaba la debilidad del PRI, nadie reparó en las futuras consecuencias. Las voces aisladas que alertaban de la inminente llegada del lobo, fueron ignoradas, reprimidas o compradas.
Pero si, de por sí, era una aberración incluir en las listas de candidatos a puestos de elección Junior y a empresarios adinerados, que podían pagar una campaña millonaria, el acabose fue, cuando estos personajes fueron convertidos en dirigentes del partido, lo que propició que la militancia y la gente que acudía a las sedes de los comités municipales convertidos en centros de reunión o de encuentro para charlar, se alejaran ante la indiferencia de los seudolíderes, que incluso, no se paraban en las instalaciones, menos hacían trabajo político partidista.
La corrupción de la militancia priista y de sus cuadros, se gestó al interior del partido. No fue la oposición quién los hizo salir y tampoco los compraron, no.
La corrupción se convirtió en una práctica común, porque se comenzó a comprar el voto de sus consejeros en las nominaciones internas para elegir candidatos.
En Torreón, se dieron casos como el de Salomón Juan Marcos, que en sus dos incursiones como candidato a la presidencia, se asegura que en la primera, gastó un millón y medio de dólares y perdió; en la segunda, más de dos millones de dólares y ganó. En el plano estatal, Jesús María Ramón, otro empresario millonario, aspirante a político y gobernador, “invirtió” en la elección interna por la candidatura a gobernador, cerca de 4 millones de dólares.
Con los Hermanos Moreira, fue el acabose.
Éstos se apoderaron totalmente del partido y designaron a candidatos de elección popular a sus amigos e incondicionales, novatos muchos, a los que hicieron ganar, tirando carretadas de dinero (mucho de este, del narco y de la Mega deuda).
Con Humberto, el paternalismo fue tal, que suplantó a los jefes de familia, regalando uniformes, zapatos, artículos escolares y becas para los hijos; para las amas de casa, despensas, tinacos, pintura, dinero a través de tarjetas y diversión, mucha diversión, contratando artistas famosos para presentarlos en las plazas, estadios y locales privados.
Pero como sabemos, todo esto tuvo un costo económico y político enorme. Cuando se acabó el dinero, la gente le dio la espalda al partido y vinieron las derrotas electorales, pues, aparte de imponer a malos candidatos, ya no hubo incentivos para que votaran por el PRI.
Y no se diga en el plano nacional, Enrique Peña Nieto, quiso revivir el presidencialismo, pero lo único que logró, fue arrastrar su desprestigio hacia el partido.
Las causas del caos que se está viviendo en el PRI, siguen siendo las mismas. Sólo los políticos ciegos y convenencieros, no las pueden ver y menos resolver.