POR: EDUARDO GRANADOS PALMA
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La película mexicana Roma ha pasado a la historia no por sus tres Oscares sino por el momento en que se convirtió en un fenómeno social como respuesta a las políticas internacionales de la administración de Donald Trump. Por lo menos en mi círculo cercano también fue un motivo de debate pues aunque muchos la han visto muchos no, pero todos hablaban de ella. El título que Alfonso Cuarón le puso al largometraje inspirado en su niñez generaba ya polémica y confusión desde su aparición pues Galilea Montijo no fue la única que se confundió apostando a que la película se trataba de algún tema relacionado con la capital italiana. Imagínense una película alemana, en alemán, y que se trate de la convivencia de una familia alemana que se titule Culiacán, o Cuernavaca o Saltillo. El tema central de Roma es el papel de la trabajadora doméstica en una casa de clase media en la Ciudad de México abriendo así el debate nacional sobre los derechos de las trabajadoras domésticas a quienes se les debe dar protección contra la discriminación e indemnización por despido y principalmente garantizar estándares laborales básicos: pago de horas extra, descanso semanal, vacaciones y días libres por enfermedad. Estados Unidos ha dado el ejemplo en cuanto a este tema, en junio de 2007, se creó la organización Trabajadoras de Casa Unidas, con sede en Nueva York, que se unió a otros 13 sindicatos para formar la Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas. Actualmente ésta realiza campañas para que se apruebe legislación en los ámbitos nacional e internacional. También espera que al instituir protecciones en el lugar de trabajo, los abusos y la explotación de las empleadas domésticas finalmente lleguen a su fin. Tradicionalmente ha sido difícil evaluar el alcance de la explotación a este sector de la fuerza laboral, debido a la naturaleza privada de la actividad. Sin embargo, según los datos más recientes, alrededor de la mitad de las trabajadoras ganaban salarios bajos, no cobraban horas extra ni tenían cobertura de salud. Los salarios constituyen el principal ingreso de sus familias. Estas pésimas condiciones afectan desproporcionadamente a mujeres, y la explotación del personal doméstico está arraigada en la cultura de la esclavitud moderna, es decir, los empleadores no ven a su personal doméstico como un ser productivo sino como personal de servicio subvalorado tanto social como políticamente, y eso tiene un impacto increíble en la vida cotidiana. Uno de los mayores problemas es que quienes emplean a trabajadores domésticos no se ven a sí mismos como empleadores. El debate ha llegado no solo al congreso Mexicano sino también a la Organización Mundial del Trabajo donde se ha urgido a tomar medidas para garantizar los derechos de este sector, consagrando la libertad de asociación y unas decentes condiciones de vida y trabajo, además de la protección al personal doméstico migrante en todo el mundo, entre otros aspectos. Pero la magia de Roma perderá muy pronto su fuerza y relevancia en el tema de conversación pues los mexicanos tenemos poca memoria. Al momento de ser publicada esta columna ya habrá pasado más de una semana de los Oscares y la discusión será el tema que siga... como todo.