POR: EDUARDO GRANADOS PALMA
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Cuantos siglos han tenido que pasar para que el jefe de 1300 millones de católicos tuviera que pisar un país musulmán. En tiempos de polaridades en la política mundial encontramos acontecimientos que apenas hace 50 años habrían sido impensables. Las cruzadas de principios del milenio anterior han quedado en el pasado. Todo radica en que el conflicto social y obviamente religioso no es entre cristianos y musulmanes, si no entre musulmanes y judíos. Existe una coexistencia pacífica entre ambas religiones. El pontífice entregó al príncipe árabe un medallón en el que se representa un encuentro en 1219, en plena Cruzada, entre San Francisco de Asís y el sultán Malek al Kamel en Egipto, un hito de 800 años de antigüedad del diálogo entre musulmanes y cristianos. Francisco asistió también a una ceremonia militar, en la que aviones caza emiratíes sobrevolaron el gigantesco palacio presidencial, lanzando al aire una humareda amarilla y blanca, representando los colores de la bandera del Vaticano. Pero el papa no fue solamente con un propósito religioso. Francisco abordó sin duda la situación en el vecino Yemen, escenario de la peor crisis humanitaria del mundo según la ONU, causada por una guerra iniciada hace cuatro años. Antes de emprender su viaje a Emiratos, el papa había pedido favorecer con urgencia el cumplimiento de los acuerdos alcanzados para una tregua en la ciudad portuaria de Hodeida, en Yemen, crucial para el acceso de ayuda humanitaria. La guerra en Yemen opone a las fuerzas progubernamentales, apoyadas en el terreno desde 2015 por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, con los rebeldes hutíes chiitas, respaldados por Irán y que controlan amplias zonas del país, incluyendo la capital Saná. El tema del terrorismo también fue abordado durante la visita de Francisco, con una condena clara al odio y la violencia. El papa ya ha instado al mundo musulmán, dirigentes políticos, religiosos y universitarios, a condenar sin ambigüedad el terrorismo, fuente principal de islamofobia. El pontífice tuvo también un encuentro con el imán de Al Azhar, la principal institución del islam sunita basada en El Cairo, el jeque Ahmed al Tayeb y todavía se dio el lujo impensable hace unas décadas de celebrar una misa multitudinaria, que se presenta como la mayor manifestación jamás organizada en un país árabe, con la presencia de más de 130,000 fieles. Hay cerca de un millón de católicos en este país, adepto a un islam más bien moderado y cuya sociedad está bastante abierta al mundo exterior. La mayoría de católicos son trabajadores asiáticos, que practican su religión en ocho iglesias. Al contrario que su vecino saudita, que prohíbe la práctica de otras religiones que no sean el islam, Emiratos Árabes Unidos quiere proyectar una imagen de país tolerante. No obstante, las autoridades controlan las prácticas religiosas y reprimen la contestación política o la explotación de la religión, incluso por los adeptos de un islam político, encarnado por los Hermanos Musulmanes. Sin embargo, la organización Amnistía Internacional pidió al papa que pusiera sobre la mesa en Abu Dabi la cuestión del respeto de los derechos humanos y deploró que numerosos disidentes permanezcan detenidos en el país. También Human Rights Watch pidió al papa que aproveche su visita para hablar de la situación de los derechos humanos en Yemen, donde Emiratos interviene militarmente junto a Arabia Saudita. Definitivamente como da vueltas la vida.